Setefilla R. Madrigal

Puñal de Claveles

Punto crítico

07 de enero 2018 - 22:11

Fue Gabriel Luna y Periquito el de los Palotes. Con menos retranca y más sonoridad literaria escogió el nombre de Raquel, designación bíblica que describía en las Sagradas Escrituras a la mujer de Jacob. Entre tanto, fue también Marianela y más acorde con lo que vino después tuvo el gran tino de llamarse Heroíne, grandioso anglicismo metafórico. Colombine, el apodo con el que más se la conoció, se pasó la vida escondida entre pseudónimos para poder ser libre y así dar alas a su pluma. De la forma en que solo una mujer de su época -maestra, librepensadora y poeta- podía serlo. La que es considerada la primera periodista mujer de la historia española comenzó a escribir sus crónicas y reflexiones bajo la dirección del malagueño Augusto Figueroa, firme líder del Diario Universal. En los albores de la explosión cultural del 98, años de decadencia generalizada, se hizo un hueco entre las voces de la época en una profesión hecha por y para hombres. Los cafés, la tertulia política, el humo de los cigarrillos eran por aquel entonces lugares hostiles para las damas, a las que se excluía de temas de cierta envergadura y también lo fueron para ella. No les bastó su amplia producción literaria, más de un centenar de obras a lo largo de su vida, en las que se incluyen ensayos sobre el papel de la mujer en la sociedad moderna, por lo que es considerada una de las primeras feministas. Le costó hacerse con el respeto de sus congéneres, entre los que existía cierta hostilidad, verbalizada en el hecho de que mantuviera una relación extramatrimonial con el genio de las greguerías, Ramón Gómez de la Serna, que se prolongó durante 20 años. En el germen de aquella sociedad y las primeras redacciones en las que las mujeres empezaban a formar parte del periodismo la temática estaba bastante segmentada: moda, estilo de vida, hogar y familia eran para ellas, mientras que deportes, política o jurisdicción era cosa de ellos. Una barrera no sólo cultural, pues adjudicaba a hombres y mujeres espacios diferentes tal y como está documentado. Fue la primera redactora con columna fija y la primera mujer corresponsal de guerra. Luchó por el sufragio femenino y estuvo en las manifestaciones que pedían el voto a las puertas del Congreso en los años 20. Una lucha que no vio cumplida pues murió un año después de proclamarse la II República, el 9 de octubre de 1932.

Les hablo hoy de ella porque nadie me habló a mí aún siendo periodista y fue años más tarde viendo un reportaje rescatado de la parrilla de RTVE donde descubrí su figura que ha sido tan silenciada como su obra al término de la Guerra Civil o como aquel bonito nombre escondido entre pseudónimos, Carmen de Burgos.

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