Juan Antonio Solís

Vamos a contar

Sueños esféricos

Los aficionados reales de un club no se pueden cuantificar; lo que cobró Guardiola de España, sí

21 de octubre 2019 - 02:32

Los abonados y espectadores de fútbol son contables. Pero la afición, no. A los periodistas nos encanta celebrar los números redondos, pero también nos empeñamos en cuantificar lo que no se puede: esas absurdas encuestas para saber si en la provincia hay más sevillistas que béticos. Son ganas de fallar, aunque hoy ese tipo de revelaciones multiplique los cliqueos...

Como en el fútbol moderno ya cuantificamos el número exacto de espectadores que asisten a un partido, y dentro de los mismos quiénes son socios y quiénes no; como también el share nos revela el tirón popular a traves de las cadenas televisivas, en los medios nos abrazamos a ese supuesto dato objetivo como los futbolistas se abrazan para celebrar un gol. Pero no. Bajo ese escaparate late, y tan fuerte como lo marcan sus corazones, una miríada de seguidores emboscados e intangibles. La masa de personas a las que les late un mismo escudo no se puede cuantificar como el sentimiento que les embarga no se puede ponderar. Muchos béticos a machamartillo, por las curvas del destino, dejaron de ir a su asiento del Villamarín y se consuelan con verlo por la tele u oírlo por la radio.

Otros, por los avatares de la vida, sueñan con el mero hecho de asistir algún día a la grada del Sánchez-Pizjuán. Eso le pasó a mi amigo de la infancia Nono, quien hasta bien entrada la adolescencia no vio cumplido su anhelo de asistir a Nervión a ver a su Sevilla. Esa noche vistió de rojo ante el PAOK, el partido fue para el olvido (0-0), pero él, con su silla de ruedas en la rampa tras el banderín de Fondo con Gol Sur, no perdió detalle. Con ver a Poslter a pocos metros se volvió felicísimo a casa. Luego, la distancia no le privó de disfrutar de tanta gloria. Hace unos días nos dejó. Y con su camiseta del Sevilla.

Me enteré de su muerte mientras leía las palabras de Josep Guardiola sobre el procès. Si los aficionados anónimos no se pueden cuantificar, tampoco la hipocresía. Lo que Pep cobró de la selección española, sí. Eso sí que se puede contar.

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