Teodoro León Gross

El efecto Olona, el defecto olonitis

Macarena Olona, de Vox
Macarena Olona, de Vox

01 de mayo 2022 - 05:00

Macarena Olona ha logrado un efecto poderoso: tener protagonismo en el tablero andaluz desde la distancia, desde la ausencia. Sin estar: sin erosión. En Vox han sabido graduar la noticia hasta convertir esto en la noticia. Como su campaña elíptica de publicidad en cuyo Spot1 no se ve nada pero se oyen los cascos de un caballo con el eslogan Imagínate lo que viene. Después el Spot2: una manos de mujer acariciando el cuello del caballo bajo las crines morenas y unos acordes de guitarra rematados en taconeo. Olona ha pasado por atribuirse el nombre de Macarena de Graná, como una tonadillera de la política siempre dispuesta a dar el cante; y por supuesto siempre dispuesta a ciertas provocaciones sobre la Toma o la Navidad, o a enviar señales probándose el traje de flamenca en Sevilla... Su campaña pilotada desde Madrid tiene talento aunque se arriesga a patinar con la sensibilidad andaluza. De momento un timing brillante.

Olona irrumpe, de hecho, en la estela de unas intervenciones suyas impactantes, por momentos histriónicas pero muy potentes para su clientela, sobre el desenlace de la Comisión de Secretos Oficiales. El dardo a Batet fue certero: "la Dolores Delgado del Congreso de los Diputados". Las dos ex ministras de Sánchez efectivamente se equivocan al transmitir que el poder judicial y el poder legislativo están sometidos al poder ejecutivo. Quizá la marca Vox no necesitaba a Olona, pero puede ser un plus en el ámbito urbano joven que se pasa a Vox con matices identitarios. Seguramente dudaron de ella no tanto por el temor a movilizar a la izquierda como por la descapitalización en el Congreso. "Preparados para volver a hacer historia en Andalucía" sostiene el Spot2 de una operación muy calculada, pero en el vértigo de que los excesos histriónicos crucen la delgada línea roja de lo ridículo.

La olonitis de la izquierda

La exacerbación de Olona, la Olonitis, ha venido sobre todo desde la izquierda, donde se ha manejado la hipótesis de que a mayor ruido de Olona, a mayor protagonismo sobreactuado, más movilización del votante de izquierda. Es posible que Olone les convenga y eso funcione; así está asimilado en el manual de estrategia desde la foto de Colón con la que Sánchez convocó a urnas con éxito. Pero quizá agitar el espantajo de Vox haya perdido fuelle por las alianzas del Frankenstein, tanto más esta semana en que han intercambiado unos votos a cambio de meter a ERC, Bildu, Junts y las CUP en las Comisión de Secretos Oficiales: básicamente compartir secretos de Estado con los partidos que vienen poniendo en jaque al Estado. Es verdad que en la izquierda muchos creen que Bildu o ERC son más dignos que Vox, pero, ojo, esa superioridad moral también anima al voto en la derecha. En todo caso, estas estrategias tienen su momento fetén, pero también se gastan. Y a veces en lugar de ayudarte a ti a tener tú más votos, ayuda al otro a tenerlos. Ahí tienen el caso de Francia y Marine Le Pen.

Ciudadanos herido

Mientras el PP optaba, seguramente con inteligencia, por rebajar la trascendencia de la llegada de Olona limitándose a darle correctamente la bienvenida sin más, en Ciudadanos, como también ha hecho Teresa Rodríguez, van a usar a Vox de Némesis como argumento de campaña: ¿Qué quieren los andaluces: al PP con Vox o con Ciudadanos? ¿A Jesús o a Barrabás? Ya se sabe, desde hace dos mil años, el riesgo de estas cosas.

Va a haber mucho fuego cruzado en esas trincheras. Esta semana Manuel Gavira, al ser interrogado sobre unas palabras de Marín, optó por aparentar que no sabía quién es Marín, ¿Juan qué?, truco fácil para transmitir desdeñosamente su irrelevancia. Más que la autorreivindicación de Juan Marín, la respuesta más contundente a Gavira se la dio el brillante diputado Guillermo Díaz: "Este tipo que habla del vicepresidente de la Junta Andalucía es el portavoz suplente de otro portavoz que sustituyó a otro que era corrupto. Tuvieron que caer 2 para llegar a él. Para colmo su puesto es provisional, porque mañana lo echan a un lado. Un triunfador". Eso es, en el lenguaje 2.0, un zasca en toda regla. Pero ya se sabe lo muy distinto que es navegar con viento de cola o viento de cara. Y sobre todo si uno tiene que escupir.

El hallazgo, qué cosas

La Olonitis ha aflorado en particular en el PSOE. Bolaños, que se hizo con la sala de guerra de Moncloa (The War Room) tras defenestrar a Iván Redondo, vino a decir en la enésima visita andaluza de un ministro a Andalucía durante las últimas semanas (el PSOE parece plantear la campaña como goteo constante de ministros), que "en las elecciones andaluzas no se presenta el PP solo: el candidato es el señor Olona-Bonilla, que son uno". Bueno, cualquiera puede incurrir esta clase de boutades, aunque sean más propias de un columnista que de un mandatario. Por demás, parece poco eficaz: primero, la percepción de Moreno encaja poco en el chiste, y eso es importante si se busca una gracieta que sea eficaz; y después corren el riesgo de excitar una campaña chusca con otros llamándolos Sánchez-Otegi o Espadas-Kichi. En fin, en el mitineo siempre se corre el riesgo de patinar; lo sorprenden no es tanto la bobada de Bolaños, sino el entusiasmo que provocó en Juan Espadas, como si hubiera encontrado por fin el gran argumento para la campaña, el santo grial para romper las encuestas: ¡te copio llamar Olona-Bonilla a Juanma Moreno! No sugiere mucha confianza en el argumentario de campaña.

Juanma presidente

Mientras en el PSOE insisten en llamar Moreno Bonilla al presidente, ayudados por su fiel infantería mediática, parecen no considerar algo: cuanto más se haya consolidado la marca Juanma o Juanma Moreno, esas críticas a Moreno Bonilla parece dirigidas a un tercero y pierden pegada. Bonilla es el apellido más alejado de la percepción de Juanma Moreno. Por supuesto, en el PSOE tratan, y es lógico, de evitar la cercanía del presidente –nada nuevo: a Susana Díaz le gustaba ser Susana como González fue Felipe; Griñán pedía que le llamasen Pepe– pero eso sólo funciona hasta que la cercanía ya se ha consumado. Y parece el caso de Juanma Moreno.

De hecho, en el PP han planteado la campaña en clave Juanma, como Ayuso, más que en clave Andalucía, como Feijóo hizo con Galicia. Es verdad que él representa su principal activo: un presidente del que no habla mal nadie. Pero los abrazos y aplausos a veces son engañosos: Susana perdió el poder en 2018 entre abrazos y aplausos. En el equipo del PP se aprecia el clima de tensión: ahora van forzados a la victoria contra la carambola de la historia, bajo la sombra de Castilla y León. Y quizá la campaña estilo Ayuso no sea tan apropiada para Juanma como el estilo Feijóo que ahora además cotiza al alza.

La izquierda de la izquierda

Tras Olona, mientras unos y otros diseñan y enfocan sus precampañas, sólo falta determinar quién encabezará el cartel de la izquierda de la izquierda. Ahí apuran sus plazos, en un pulso duro: se auguran pocos escaños y en la confluencia de Podemos, IU, Más País, ... todos quieren puestos de salida. Por Podemos, Belarra personalmente ha bendecido a Juan Antonio Delgado. Se le supone un efecto adverso: en los debates sería el cuarto hombre y además cuarto Juan (Juanma Moreno, Juan Espadas, Juan Marín y este Juan Antonio) frente a Olona.

En IU se sostiene, y es así, que ellos tienen más peso territorial e institucional en Andalucía. La elección, en todo caso, no obedece a las unidades de la Oficina Internacional de Pesos y Medidas. Pero Inmaculada Nieto no puede ser parlamentaria puesto que ya ha consumido tres ciclos, a pesar de tener una de las mejores dialécticas de la Cámara, y sólo se mantendría como cabeza de cartel. Ese sí que es factor. Pero la guerra sorda continua hasta el deadline. Nada de esto ayuda a sus expectativas. De momento tampoco parece derivar apoyos a Teresa Rodríguez.

CODA

El Partido Socialista francés, casi desaparecido, se ha mostrado dispuesto a aceptar el programa de la extrema izquierda populista de la Francia Insumisa de Melenchon. Tal vez esto reforzará la idea de que Sánchez ha impedido aquí el crecimiento de la izquierda populista al precio de llevar al PSOE a ese espacio. Como con Vox-Le Pen, ahí también se mirará a Francia. La campaña andaluza coincidirá con las legislativas francesas.

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