La ventana
Luis Carlos Peris
La Alameda como oasis
Tuve un profesor en mi adolescencia que en sus días malos, los menos, nos endosaba un audio para que respondiéramos a continuación unas preguntas sobre el mismo. El audio lo ponía en bucle para evitar preguntas y que a nadie se le escapase nada. Era su manera de decirnos "haced lo que os dé la gana".
Hoy, que nos han liberado de la obligatoriedad de llevar la mascarilla, me he sentido igual que entonces. Escuchando a la ministra de Sanidad, leyendo el BOE con la normativa, viendo al consejero de Salud (y al de Educación) en Andalucía. Todos me parecían decir lo mismo: "Haced lo que os dé la gana".
Entonces, ¿jubilamos las mascarillas o no? Pues mire usted, se pueden jubilar, pero...
Duda protocolaria al canto al entrar en el súper, la farmacia o el gimnasio: "¿se puede...?" diremos durante unos cuantos días señalando nuestra cara.
Pues depende. En los colegios andaluces no hacen falta, pero se recomienda su uso; en las empresas, lo que digan los de prevención de riesgos laborales, lo que se convierte en unas sí y en otras no. En un país en el que el 90% de las empresas son pymes y no tienen responsable de riesgos laborales ¿quién lo va a decidir? Y en las empresas en las que sí existe, ¿qué criterios deben tener en cuenta para tomar una decisión? ¿y cuándo se revisa?
Preguntas y preguntas como durante toda la pandemia que tiene respuestas distintas según quién te conteste.
Mira tú que han estado presentes durante casi dos años... al principio escaseaban. Héroes públicos las compraban a precio de oro en Asia y sacaban pecho, que mira en qué ha acabado eso también en algunos casos como el de Madrid. La mercancía del pelotazo han sido al final.
Los cubrebocas que ahora podemos desdeñar, aunque muchos no lo vayan a hacer por ahora, serán como la marca de agua de las fotografías que catalogarán para la historia las imágenes en las que las reconozcamos: "mira, mascarillas, esa foto es de 2021 o por ahí", diremos en un futuro.
Esta mañana, mientras llevaba al pequeño a la guardería pensaba en cómo iba a reaccionar al ver la sonrisa de su profesora por primera vez desde que va a clase. Me equivoqué. La cara estaba igual de tapada que siempre. Maldita normalidad.
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