La ventana
Luis Carlos Peris
La Alameda como oasis
Aunque Pablo Motos piense lo contrario, Joaquín Sánchez es cosa seria. Muy seria. No se puede tener más vergüenza torera. Su sonrisa no puede ser más expansiva y contagiosa, pero su gesto no puede reflejar más gravedad cuando su Betis padece. En Las Palmas, su rostro de sufrimiento infinito era el del matador al que le devuelven el toro al corral.
Tanto Betis respira, tanto Betis siente, que se vuelca como puede. Visitar peñas o cualquier rincón donde béticos y no béticos quieran fotografiarse con él, a su edad, es un divertido regate al destino. Él parece disfrutar más que nadie repartiendo esa ilusión. Y gastarse un millón de euros en acciones refleja que de ojana, ni mijita.
A sus 36 años, el portuense sigue haciendo Betis sobre la verde hierba. Antes lo hacía junto a la cal con su cintura de junco y ahora se ha iniestizado para que su primorosa calidad se desparrame al toque mientras las piernas le respondan.
Su fútbol es un regalo para los sentidos. Su entrega y su amor al Betis, un ejemplo que va a proyectar más allá cuando cuelgue las botas. Ahí seguirá haciendo Betis a su modo.
Que los béticos paladeen cada minuto que siga de corto. Y que Setién lo cuide y lo mime. Porque este Betis será... lo que quiera don Joaquín.
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