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Análisis

carmen pérez

Los subvencionados dividendos bancarios

Hubo un tiempo -en la primera mitad del siglo XIX- en que los banqueros respondían ante los acreedores y depositantes no sólo con los activos de sus bancos sino con sus propios patrimonios personales. Hubo un tiempo posterior -hasta bien entrado el siglo XX- en que esta responsabilidad ilimitada se acabó, pero en la que al menos los banqueros seguían comprometiendo recursos suficientes en sus bancos: el ratio de apalancamiento -proporción de capital propio en relación con la deuda con acreedores y depositantes- rondaba del 30% al 50%. Hay un tiempo, el actual, en que ese ratio está por los suelos. El de las entidades españolas se situó el pasado año en el 5,4%, algo superior al 5,3% medio europeo.

La normativa lo permite. Las exigencias de capital son extremadamente laxas, incluso después del endurecimiento de la regulación que se produjo tras la crisis financiera. Concretamente, el Comité de Supervisión Bancaria de Basilea fijó el ratio de apalancamiento mínimo en el 3%. Por entonces, Martin Wolf, en su artículo Basel: the mouse that did not roar (Basilea: el ratón que no rugía) de The Financial Times, hizo una valoración muy acertada: "el requisito de triplicar el mínimo anterior parece duro, pero sólo si uno se da cuenta que triplicar casi nada no es mucho".

Así, las condiciones con las que trabajan los bancos distan enormemente de lo que dicta la lógica financiera. Lo adecuado sería que los bancos se fortalecieran ampliando capital. O más fácil, vía autofinanciación, dedicando los beneficios generados a incrementarlo. Por el contrario, en estos últimos años se han repartido sustanciosos dividendos. Ahora, los supervisores están poniendo el acento en este tema.

El Informe de Estabilidad Financiera del Banco de España de 7 de mayo denuncia que el reparto de dividendos que vienen haciendo no permite que crezca el capital lo necesario para que las entidades estén preparadas para afrontar los riesgos. También, la subgobernadora Margarita Delgado en su conferencia del 8 de mayo señaló que "las políticas de retribución al accionista deben adecuarse a la necesidad de generación orgánica de capital de cada entidad", insistiendo en que ser accionista conlleva depender del resultado obtenido, y que antes está la solvencia del banco. Ambos siguen las recomendaciones que ya hiciera el BCE en enero, con las que instaba a los bancos a ser conservadores a la hora de repartir los beneficios.

Pero, ¿por qué iban a cortarse repartiendo dividendos más allá del cumplimiento estricto de las normas si cuentan con el sector público para completarles su exigua solvencia? Ningún otro sector mantiene esos ratios de apalancamiento: los que les prestan se aseguran que los dueños estén pringados suficientemente. Depositantes y acreedores prestan a los bancos aunque sus accionistas estén tan poco implicados gracias al seguro público de depósitos y a la asistencia del BCE con la que cuentan. Somos los contribuyentes los que posibilitamos que los accionistas bancarios reciban dividendos: ellos ganan, la población soporta el riesgo. Se ha recorrido en la historia un camino perverso con la banca. Habrá un tiempo en el que todo esto reviente.

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