La ventana
Luis Carlos Peris
La Alameda como oasis
Mi padre con mi edad ya estaba casado. Un noviazgo de tres años le había bastado para conocer los detalles de la personalidad de esa mujer rubia y de ojos verdes a la que iba a ver todas las semanas desde el pueblo vecino en el coche de mi abuelo. Toda la vida ha trabajado en el extranjero y esto es un detalle importante, lejos de querer hacer de esta columna una biografía no autorizada. Así ha pasado el tiempo, con miles de kilómetros y, de tiempo, otra vez, entre su familia, que es la mía y él. Las mujeres de Rumanía son las más guapas, he escuchado en alguna que otra comida familiar. Mi madre, como es lógico, fruncía sus labios y sus ojos verdes se volvían más oscuros. Ahora, siendo mujer entiendo qué debía pensar cuando aquella frase amenizaba las reuniones. Lo que no sabe mi madre es que un día cualquiera en el coche, mi padre y yo hablábamos de las relaciones personales, de los noviazgos y de los hombres y mujeres de hoy, de los de ayer y de cómo había cambiado todo y no voy a entrar a enjuiciar si para bien o para mal. Fui sutil, pero la conversación se encarriló hacia donde yo quise -pobre hombre- y me contestó tan elegante a una pregunta que hacía tiempo que me quería responder. Yo la escogí a ella, fue su sentencia. Yo la escogí a ella un día y a pesar de los malos o buenos momentos, de los días felices, de los días complejos, de la distancia, del tiempo, la escogí a ella. A ella y a vosotros y nunca tuve la necesidad de reemplazarla. Cuando estás tan seguro de algo la felicidad siempre acaba apareciendo porque la buscas en cada detalle. Creo que el resto del tiempo fuimos en silencio.
El hombre que conducía a mi lado me había dado la clave para casi todo en esta vida. Yo la escogí también, me dije, la escogí conscientemente, a ella. A esta profesión tan maltrecha que me deja más lamentos que victorias. A este sin saber continuo que también te exige de tiempo y de kilómetros, y de incertidumbre. A la que nunca abandono porque no podría reemplazarla. Porque un día la escogí a ella, sin dudas, sin titubeos y la sigo escogiendo cada día, cada semana, cada mes y cuando estás tan seguro de algo, la felicidad está en cada detalle ¿no?
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