La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La felicidad de fundar un colegio con éxito en Sevilla
Las pargatas son para el verano, pero hay que tener cuidado con las frases demasiado absolutas. Lo pensaba el otro día con los pies cocidos. Había ido a una cita en Cádiz capital y había tropezado con el problema trimilenario del aparcamiento. Tuve que andar bastante bajo un sol de justicia con mis flamantes y flameantes alpargatas. La suela de mi pie se mimetizaba con el esparto.
Lo que me recordó otra escena de otro verano. Aquella vez tuve que ir a Madrid y vuelta en el día. Pensé que mientras los poetas más sociales iban con sandalias, enseñando sus dedos con sus pelos y todo, yo bien podía ir con mis alpargatas granates, enseñando mi pelo de la dehesa. No conté con un chaparrón de verano a la salida de Atocha. Si ustedes gastan alpargatas, sabrán de sobra que, como los gatos y las gatas, no son amigas del agua. Se encharcan enseguida, para luego ponerse rígidas como piedras, y oliendo fuerte a heno mojado. No pasé mi mejor día en Madrid. Recordé que García Lorca y Alberti aparcaban su conciencia social para rajar de Miguel Hernández porque iba por la capital con alpargatas, lo que les repateaba, y además él insistía en dirigirse a Federico como "gitano". Por mucho romancero ídem a Lorca no le entusiasmaba el mote.
Las alpargatas, pues, están muy bien para moverse muy poco. Entre los cuadros de Carmen Laffón que se exponen ahora en la Casa Pemán de la Fundación Cajasol, hay uno bellísimo (como de ella) que también es un manual de instrucciones de cómo llevarlas. Muestra una pareja leyendo en un jardín umbrío, y él lleva unas señoriales alpargatas azules. Están en su momento. Es verano, por supuesto, pero a la sombra, sentados, juntos, intelectualizando y condensando un silencio redondo. Carmen Laffón ha pintado el paraíso de la alpargata.
Van también muy bien en vespa las alpargartas, especialmente a comprar temprano los periódicos y el pan. Si son las viejas del año pasado, bajan de lujo a la playa o a un chiringuito. Para una conferencia de un ciclo de verano, si no hay que llegar andando o en tren, también valen, en homenaje a Miguel Hernández. Hay que evitarlas, en cambio, en las copas nocturnas en casa de un amigo, por si salta el riego. Y jamás si la noche es húmeda, porque el esparto chupa el relente.
Las alpargatas no son un calzado para todas las ocasiones, ni siquiera en verano, aunque sus ocasiones sean las que uno prefiere con mucha diferencia.
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