Luis / Nieto

Antepenúltima farsa del nacionalismo catalán con los Toros

En los medios

05 de marzo 2010 - 01:00

DESPUÉS de que el diputado de Ciutadans, Albert Rivera, inquiriera a la presidenta de la comisión, Dolors Clavell, por qué con Joselito no habían aplicado el sistema de traducción al castellano, que sí utilizaron ayer del catalán al francés para otros participantes, y contestar la presidenta: "No hubo problema", vuelvo a insistir en que la parodia que promueven los nacionalistas catalanes sobre la Fiesta es puramente política. De hecho, no tienen interés alguno sobre el toro. De lo contrario, no hubieran blindado los correbous. Y, por supuesto, para evitar la farsa, hubieran invitado para exponer sus razones, a los ganaderos, mayorales y vaqueros más prestigiosos, que son quienes conocen de verdad lo que es, cómo vive y qué representa el tótem ibérico.

Las exposiciones en ambas jornadas se han cerrado con manifestaciones ya conocidas. Por un lado, los partidarios del espectáculo lo contemplan bajo el prisma de un ritual y una manifestación artística; entre tanto los detractores acaban aludiendo a que supone una tortura para el animal. La más polémica, como ya informamos, corrió a cargo de Jesús Mosterín, quien ha enervado a Leire Pajín, al comparar la lidia con el maltrato a la mujer y a la ablación. El entomólogo (especialista en insectos) es el padre del Proyecto Gran Simio, que equipara en derechos al hombre con el citado animal. Me pregunta un amigo si en caso de que el científico tenga una hija y quiera contraer matrimonio con un chimpancé o bien un bonobo, el citado Mosterín le daría su bendición.

En fin, si los parlamentarios nacionalistas quieren hacer desaparecer la Fiesta basándose en el maltrato al toro, deberían erradicar con anterioridad la tortura -¡eso sí es tortura!- de los más de diez millones de cerdos indefensos, a los que tienen inmovilizados totalmente y que no cuentan con la oportunidad de pastar en una dehesa, como les sucede a sus parientes en Extremadura. El toro de lidia, lejos de ello, vive como un rey en la dehesa, libre durante cuatro años y muere en el combate de la lidia para el que ha nacido por una selección realizada durante varios siglos y que -según varias intervenciones de especialistas- desarrolla endorfinas que evitan el dolor durante la citada pelea. Que nadie se equivoque: el toro bravo no es en modo alguno el animalito que nos venden en algunos dibujos animados.

Las dos jornadas maratonianas habrán servido a sus señorías para adquirir conocimientos interesantes. Aunque supongo que es más que probable que la mayoría de los ciudadanos de a pie hubieran preferido que sus políticos acudieran a su Parlamento con medidas para resolver el paro y otros problemas graves que les afectan directamente. En cualquier caso, la farsa continuará y será dentro de unos meses cuando un puñado de políticos -la mayoría desconocedores del espectáculo taurino- decidirá si en una tierra que siempre destacó por sus aires de libertad, Cataluña, se prohíbe por decreto un espectáculo legal. Me temo que los nacionalistas ya tenían tomada su decisión mucho antes de lo sucedido en esta antepenúltima escena del enredo que respaldan.

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