Carlos / Colón

Antisemitismo de izquierdas

La ciudad y los días

06 de mayo 2016 - 01:00

NO nos vamos tan lejos: aunque empecemos hoy en Inglaterra terminaremos mañana en España. No me sorprende que el partido de Jeremy Corbyn, que está marcando un alarmante rumbo radical al templado laborismo británico, se haya convertido en un nido de huevos de serpientes antisemitas. O por ser más preciso: me sorprende que esto pase en Inglaterra, no en la izquierda. Mi apreciado y leído John Carlin ha titulado un reciente artículo "El virus antijudío infecta a la izquierda" (El País), como si esto fuera una novedad. No lo es. Hace ya tiempo que este virus infectó a la izquierda europea. Lo nuevo y desmoralizador es que se haya extendido a Inglaterra.

En el siglo XIX se pasó del antiguo antisemitismo religioso al moderno antisemitismo racial, darwiniano y "científico". En la segunda mitad del siglo XX, así que nació el Estado de Israel, se pasó del racial al político, actualizándose desde la izquierda los Protocolos de los sabios de Sión -panfleto que desvelaba una conspiración judía para dominar el mundo- en la versión de una conspiración mundial yanqui-sionista. Dado que la palabra antisemitismo está mal vista tras los nazis, se le llama antisionismo y antiimperialismo, subrayando el cambio de lo racial a lo político pero manteniendo el estereotipo del judío con ansias de dominar el mundo, ahora representado por el lobby estadounidense e Israel. Un ejemplo de este antisemitismo de izquierdas lo ha proporcionado el laborista Ken Livingstone, mano derecha de Corbyn y alcalde de Londres entre 2000 y 2008, que ha afirmado que odiar "sólo" a los judíos que viven en Israel no es antisemitismo.

Inglaterra fue uno de los países europeos menos infectados por estos virus en los siglos XIX y XX. Su mayor personalidad antisemita, el asqueroso Houston Stewart Chamberlain, que escribió lindezas como "las causas principales de nuestros fracasos son la corrupción de la sangre y la influencia desmoralizadora del judeocristianismo", encontró tan poco calor en su país que se fue a Alemania, adoptó esa nacionalidad y hasta se casó con una hija de Wagner. Hitler asistió a su funeral en Bayreuth en 1927. Seis años después, en 1932, vino la Unión Británica de Fascistas liderada por otro asqueroso, Sir Oswald Mosley, pero tuvo poco auge y acabó siendo ilegalizada tras sólo siete años de vida. ¡Quién había de decir que en el siglo XXI el laborismo británico incubaría este huevo de serpiente!

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