¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Asunción: la plaza larga

Asunción es hoy un lugar-lugar, lo contrario de esas burbujas de soma que son los centros comerciales

Al faraón lo que es del faraón: la peatonalización de la calle Asunción fue una de las mejores herencias del largo mandato de Alfredo Sánchez Monteseirín el Constructor. Para ello tuvo que soportar un duro desgaste político propiciado por unos comerciantes al borde del tumulto y un PP que nunca ha hecho nada importante por el barrio de Los Remedios, pero que lo considera como un cortijo propio gracias a esa disciplina de voto insobornable y suicida de la derecha sevillana de antaño (la de verdad, la que venía de AP).

Monteseirín aguantó las embestidas con esa impavidez tan suya y, hoy, Asunción es más plaza que calle, un lugar dedicado al comercio, pero también al paseo y al aperitivo; una rúa bien ordenada con árboles, carril bici, veladores en la justa medida y amplias zonas peatonales que nos recuerdan que es posible la mejora urbana cuando los proyectos están pensados para los ciudadanos, no para la mayor gloria de un alcalde o un arquitecto mangón y pretencioso. La clave del éxito de Asunción radica en que sigue los viejos mandatos de la plaza europea: es un enclave urbano y abierto, en el que confluyen de forma natural comercio y ocio sin distingos generacionales o sociales. Aunque, no nos engañemos, la población de Los Remedios, pese a ser mucho más variopinta de lo que el tópico suele afirmar, es por lo general de apariencia acomodada, como bien delatan sus escaparates repletos de fachalecos, americanas sport y mocasines Sebago. Quien quiera vestirse de rapero latino o de vicepresidente segundo del Gobierno tendrá que buscar otros ámbitos, probablemente mucho más caros.

Pese a su relativa modernidad, Asunción tiene también su foto en sepia que no volverá, con comercios míticos desaparecidos como la melómana Casa Damas o Nova Roma, en cuyo salón de té Fernández Viagas conspiró contra el franquismo oculto tras el algodonoso cardado de las señoras y empalmando un cigarrillo tras otro. Aun así, esta plaza larga sigue conservando algunos templos del consumo. En nuestro devocionario figuran la ferretería Echevarría -todo el saber menestral vascongado al servicio del chapuzas sevillano- y, sobre todo, la librería Palas, creada por el profesor Lazo como despensa de su desaforado apetito intelectual. Apenas conocemos a un letraherido de esta ciudad que no considere Palas como una trampa mortal de la que no es difícil salir en números rojos, tales son los tesoros que muestran sus anaqueles.

Asunción es hoy una calle propicia para el paseo y las compras, un lugar-lugar, lo contrario de esas burbujas de soma que son los centros comerciales que tanto proliferan en el alfoz. Muchas y buenas son las enseñanzas que habría que extraer de aquel proyecto de Monteseirín.

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