La lluvia en Sevilla

¡Aúpa!

Después de los Rangers por Sevilla en la final de la UEFA, los ‘dantzaris’ del Athletic se me antojaban seises

Les escribo del último desembarco en Sevilla de hinchas curada en salud: primero, me quedé en casa la tarde-noche de la final; ergo, no tuve ocasión de cabrearme al ver la Alameda convertida en los campos de Marte. Segundo, ya he expresado aquí varias veces lo que pienso sobre este afán de los que mandan en Sevilla por promover su sucesiva invasión bárbara en UEFAs o Copas. También he esquivado Twitter y sus equipos de opinión sincronizada, capaces de freírle la sangre al santo Job. Si postularse para albergar estos pifostios genera riqueza, mal concepto de riqueza manejamos.

Aclarado esto, les confieso que observar a la afición del Athletic –que es la que me ha tocado, deduzco que mi barrio era fan zone bilbaína– y su relación con los aborígenes, ha sido entretenido. Salvo gente ideológicamente desesperada (hayla, he presenciado cómo una vecina instaba a otra –ambas sevillanas– a quitar el escudo del balcón porque “ésos son todos unos etarras”), bastante gente de aquí y allá han aprovechado la ocasión para tantear su exotismo respectivo, pues es cierto que vascos y andaluces tenemos idiosincrasias bien distintas. Crisolde culturas, lo llamaba aquel dictador que repartió desarrollo con ostentosa desigualdad territorial. “¡Disfrutad de Sevilla!”, se despide con alegría de unos vascos un sevillano trajeado en plan preferia. Los del Nor se preguntan dónde irá el tipo así vestido la mañana de sábado, y el del Sur marcha sonriéndose del outfit de calzonas y txapela. “¡Aúpa Athletic!”, le dice una anciana a unas chicarronas, una de las cuales corresponde tamaña hospitalidad con un “¡Viva er Betis!” (sic). Aquella trianera era palangana. Ahí aprendió Maritxu lo reñido de las aficiones sevillanas. En la cafetería, intercepto a varios hinchas callados como en misa: están pegando la oreja al acento de los sevillanos de al lado. Les pirra. Después de haber presenciado hace un par de años a hinchas del Rangers durmiendo la papa gorda en una cuba de obra, los dantzaris por San Jacinto se me antojaban auténticos seises. (Supongo que estarían perpetrando la misma catetada que protagonizan los andaluces que van a Londres y bailan sevillanas a la sombra del Big Ben…). La hinchada bilbaína con la que me topé me pareció familiar y bastante pacífica, justo lo que quisiera que pareciesen las nuestras cuando viajan por España y Europa. Y aquí viene la cara B: la mañana siguiente al partido, al notar cómo olían algunas calles, me sentí como aquella otra de octubre de 2022 en Roma, cuando atravesé la Piazza del Popolo alfombrada basura tras el paso de los hinchas de un equipo sevillano. “¡Usaron las columnas como orinales!”, leía en los periódicos romanos, que decían de los visitantes sevillanos justamente lo mismo que leo en estos días sobre los hinchas vascos. Da que pensar.

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