El Currinche

Iñigo Ybarra

Capitán de Centuria

30 de marzo 2015 - 01:00

IMAGÍNESE que es uno de los protagonistas de El Ministerio del Tiempo, y que lo mandan a Sevilla en el año 1880. En la ciudad en la que aterrizará la piqueta hace tiempo que cuenta con fervorosos adeptos y artífices enfrascados en estupendos derribos. Así y todo la capital de Andalucía continuaba siendo un bello poblachón al que los Caños de Carmona surten de agua y el río Guadalquivir de barcos e inundaciones. Por supuesto, llegadas estas fechas, los avatares de la Semana Santa son causa de alegrías y pesares entre no pocos de los parroquianos que deambulan por sus callejas. Si el viajero, ya recuperado del largo paseo temporal, entra en alguna de las tascas de barrio de San Julián, oirá hablar del señor Manzano.

Y es que a Don José Manzano Ruiz, capitán de la Centuria Macarena, lo expulsa la junta de gobierno de la hermandad ese año junto a toda su disciplinada formación legionaria. El motivo de la destitución no podía ser más baladí según cuenta el afectado: "El que suscribe, como jefe de la Centuria, se obligó a acompañar a la Carretería en la tarde del Viernes Santo, y sólo porque se presentaron en ella los Romanos de la Esperanza mandados por el firmante, la junta de señores oficiales acuerda destituir esta corporación".

¡Un auténtico capitán el señor Manzano! Se le ocurre, por cuestiones crematísticas es de suponer, salir con la centuria en otra cofradía y allí que se va tan tranquilo con la formación completa a su mando. Por lo visto, en aquellas fechas, era común ver a los romanos de una hermandad acompañando, posteriormente a su salida oficial, a otras. Pero los tiempos estaban cambiando y la de la Macarena quería poner un poco de orden en el asunto.

En cualquier caso, acuciado por su honor de oficial y consciente de su responsabilidad, Manzano se encarga de escribir, e imprimir en hojas volanderas, la narración de lo sucedido con intención de defender a su tropa del quebranto económico que la expulsión les provocará. Da por justa su destitución al haberse extralimitado en sus funciones, pero no así la de sus hombres: "¿Quién indemniza a estos del perjuicio que le originan? ¿Creen estos señores (los de la junta) que un traje de Romano de la Esperanza no constituye un legado de afanes y trabajos de sus dueños?

¡Qué tiempos aquellos! La ciudad muy distinta a la actual, sin embargo idénticos anhelos inspiraban al personal.

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