la tribuna económica

Gumersindo / Ruiz /

Capitanes intrépidos

RESULTA difícil decir esto, pero entre la técnica para abordar los problemas de nuestra economía, y la espontaneidad que acompaña a la toma de decisiones de política, me inclino ahora por esta última. Creo que la técnica económica está ahí, disponible, y las soluciones económicas surgen cuando se ha optado claramente por una dirección. Porque cuanto más difícil es la situación más alcance deben tener las medidas, sobrepasando incluso lo que podría resultar razonable. Las acciones más fuertes en estos años de crisis se han dado en Estados Unidos, comprando masivamente activos con garantía hipotecaria dañados; en China, inundando de crédito a las pequeñas y medianas empresas; y por los bancos centrales, proporcionando liquidez ilimitada. Hay otras de menor escala para evitar la apreciación excesiva de los tipos de cambio, que han sido muy valientes en Japón y Suiza. Ninguna de estas medidas es ortodoxa y sus consecuencias pueden ser peores que el problema que tratan de evitar, pero por el momento han surtido efecto y han evitado el caos. En la Unión Europea está claro que falta este arrojo al tratar el problema de la deuda, tanto desde la propia Unión, como, sobre todo, por los propios países.

La semana pasada Cristóbal Montoro dio una conferencia en Sevilla enfocada a nuestra posición en Europa. El esfuerzo y compromiso de la sociedad española con la integración europea en 1996, cuando él ocupó una secretaria de estado y un ministerio, es el que busca reproducir ahora. Las circunstancias son tal vez peores, pero el espíritu es el mismo: Europa sólo puede hacerse desde las voluntades de sus estados miembros. En España, en Andalucía, hay que preguntarse cuáles son las decisiones que optimizan nuestro papel en la Unión Europea y permiten exigir una salida coordinada de la crisis. Quizás ningún político pueda contestar a las preguntas que son la preocupación de todos: cómo se consigue y cuándo, que fluya el crédito a las pequeñas y medianas empresas, como una consecuencia del saneamiento bancario; qué hacer para que la administración pública y de justicia dejen de ser un obstáculo para las pequeñas y medianas empresas; que la gente se esfuerce, estudie y se forme; que valoremos lo que cuestan los servicios públicos y nuestro estado de bienestar; o que haya un marco eficaz y justo de relaciones laborales.

No hay respuestas simples para esas cuestiones, pero sí actitudes. Me quedo con dos cosas de la conferencia de Cristóbal Montoro; una, la importancia que da, y también practica, a escuchar, pensar y dialogar, porque hay mucho pensamiento compartido en sus ideas. Otra, la intrepidez que se percibe en su discurso -quizás reprimida ante un auditorio poco acostumbrado a la espontaneidad-. Leí de niño la novela de Rudyard Kipling, que recuerdo mejor que la película, y más que la moralizante transformación del joven Harvey Cheyne, malcriado, perezoso, arrogante y sin escrúpulos, en alguien responsable, mantengo vívido el valor y la tenacidad que llena la novela, y hace inolvidables a unos personajes que, gracias al esfuerzo, consiguen respetarse a sí mismos, y entre ellos.

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