Cincuenta abriles

Qué sentir con ‘Gràndola Vila Morena’, la canción que sin necesidad de traducirla ni explicarla nos emociona a todos

Entre los tópicos patrios abunda ese supuesto ninguneo que –unos más que otros– se profesan España y Portugal. Cientos de páginas dedicadas a ese vivir de espaldas que se nos achaca a los vecinos de la península ibérica. Pero no es verdad o al menos no es toda la verdad sobre todo aquí, en Andalucía, y especialmente en ese territorio fértil de la raya que nos hace rayunos, una forma peculiar y rica de habitar el mundo. Desde El Rosal hasta Ayamonte hay un mundo trufado de culturas compartidas que se extienden y se hablan en dos idiomas. Como se pregunta Saramago en Viaje a Portugal: ¿en qué lengua hablan los peces del Douro? El Duero. El Tajo. El Guadiana. El Miño. Más de cien kilómetros de orilla compartida lleva ese Guadiana que desemboca en Ayamonte, enfrente de Vila Real de Santo António: Andalucía y el Algarve mirando un atlántico común e infinito. Son tierras hermanas que han compartido mucho, momentos gozosos y también dolorosos. Hernández apresado y devuelto a los franquistas, preso en la minúscula prisión de El Rosal. Y muchos años más tarde –ay aquella excepción ibérica tan terrible entonces, tan beneficiosa ahora– el 25 de abril que nos vino de al lado y a tantos preparó los cuerpos para la esperanza. Este abril que acabamos de estrenar se cumplen cincuenta años de la revolución de los claveles. Su solo nombre nos habla de una manera distinta de cambiar las tornas. Su lección, magistral lección, nos hizo sentirnos orgullosos de los vecinos. Una dictadora caía y la nuestra agonizaba. Un año después fallecerían las cadenas en la UVI. Pero antes muchos, bastantes, habían, habíamos celebrado la democracia en Portugal. No me cabe la menor duda de que los lusos andarán preparando ceremonias y conmemoraciones (las buenas historias merecen celebrarse y la Historia, conocerse) pero no estaría de más que aquí, en el mismo lado de la raya, recordemos también Todos los nombres (compartimos Saramago, queridos vecinos, dicho con humildad y mucho amor). A poco que peinemos o nos tiñamos canas todos tenemos cierta idea de qué hacíamos aquel 25 de abril, cuando la radio convocó a una rebelión pacífica y una mujer, Celeste Caeiro, se le ocurrió poner un clavel en el fusil de un soldado. Desde entonces nos han unido antiguas y nuevas labores. Cuando Salvador Sobral ganó Eurovisión hablaba español en andaluz –el castellano más rico que dicen Machado y Fernando Pérez Monguió–. Qué decir de Saramago. Qué decir de Pilar del Río, que en nombre del Nobel más nuestro llena su fundación de escritores, artistas, periodistas, opinadores de nuestra tierra. O de Álvaro Siza, referente de grandes arquitectos como Vázquez Consuegra. Qué decir del refugio portugués de Miki Leal. Qué sentir con Gràndola Vila Morena, la canción que sin necesidad de traducirla ni explicarla –algunos no sabrán quién fue Zé Afonso– nos emociona a todos. Cumplimos cincuenta años de democracia. Parabens y moito obrigada, hermanos.

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