La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La Mina es una mina de felicidad en las tabernas de Sevilla
Bien mirado, si se le dan las suficientes vueltas al mensaje, podría incluso venderse como una fortaleza: en Sevilla, cuando llegue el apocalíptico gran apagón, nos va a parecer un cortecito más de suministro. Estamos tan acostumbrados a estar a dos velas que nos hemos convertido en scouts de ciudad. Podríamos ofrecer a otras regiones o países más desarrollados clases prácticas de cómo estar pacientemente a oscuras. Propongo, incluso, incluirnos en la Agenda 2030 como referente del no-consumo eléctrico. Pagamos la luz a precio de caviar, pero se nos va cada dos por tres. A este paso, en vez de como la ciudad del Alumbrao nos podríamos publicitar como la ciudad del Apagón.
Me sorprende el último apagón mientras estoy dando una clase telemática en Suiza desde mi casa. "Se ha vuelto a ir la luz, lo lamento muchísimo, hemos de suspender la sesión", les escribo por Whatsapp a mis alumnas. Esto de que en una de las grandes capitales de España se nos vaya la luz frecuentemente les tiene que parecer un pelín exótico. "Pertenezco a esa clase social que si no trabaja no cobra, ¿quién nos resarce de ello a quienes estamos ahora mismo trabajando?", medito, mientras enumero mentalmente lo que tengo en el congelador y se va a echar a perder. Un fogonazo entra por la ventana; es un vecino oteando el patio con la linterna. Me voy con el pensamiento al bloque de enfrente, donde viven personas mayores y una niña pequeña, que estarán pasando demasiado frío. Y la cena, pienso ahora en la cena de la vecina a la que hace un rato le crepitaban los boquerones en la freidora. Los va a tener que pescar de entre la pringue fría. La luz hace un amago de volver, y se desmaya a la mitad. Los aparatos eléctricos se han conectado y desconectado frenéticamente, el calefactor ha desplegado y replegado los alerones; temo que se me rebelen las máquinas. Miro Twitter, encuentro fotos que hacen mis vecinos a la calle sólo alumbrada por las luces navideñas, las demás brillan por su ausencia.
Narro mi apagón como un fragmento cualquiera de vida similar a la de mis convecinos de Sevilla, que en invierno y en verano sufren incesantes apagones, especialmente en Torreblanca, San Jerónimo, Padre Pío, Polígono Sur, Palmete…, pero también en barrios del centro, Triana y Los Remedios… La excusa de que hay quien engancha la luz para su plantación de maría no es convincente ni carece de solución, si ése fuese acaso el problema. A lo mejor es que las instalaciones que tenemos en la ciudad no aguantan todo lo que nos hace falta ahora enchufar para trabajar y vivir y hay que actualizarlas; a lo mejor es que el Ayuntamiento tiene que exigir a Endesa que cumpla sus contratos. Sevilla no puede promocionarse como ciudad a la altura de los tiempos mientras sus vecinas y vecinos nos tengamos que ir a la cama con gorro, vela y palmatoria.
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