¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Ciudadanos y la responsabilidad

Uno de los últimos actos de la decadencia de Ciudadanos lo vamos a vivir en Andalucía

La anécdota, por llamarla de alguna manera, se la leí hace tiempo a Enrique García-Máiquez. Cuando Dionisio Ridruejo abandonó definitivamente el falangismo para evolucionar hacia la socialdemocracia, su antiguo camarada y también escritor Eugenio Montes le espetó a bocajarro: "Cuando alguien ha conducido a miles de hombres a la guerra y la muerte, y luego se retracta, sólo le quedan dos caminos: si no es creyente, pegarse un tiro; si lo es, ingresar en una cartuja" (cito de memoria). Los tiempos han cambiado, son menos dramáticos y hermosos, pero la frase, con toda su carga de violencia e injusticia -la honestidad de Dionisio era indiscutible-, resalta algo que hoy está muy olvidado: la responsabilidad de los líderes. Esta carencia se ha observado, paradójicamente, en la que se llamó la nueva política, hoy aquejada de progeria, también conocida como el síndrome de Hutchinson-Gilford (HGPS por sus iniciales en inglés), esa rara enfermedad que convierte a los niños en ancianos.

Nos centraremos en Ciudadanos. Toda su breve historia (parece que este partido va camino de convertirse en algo así como ese CDS crepuscular que acabó en manos de Mario Conde) no ha sido más que un rehuir la cruz de la responsabilidad tras conseguir lo más difícil: derrotar al nacionalismo catalán en las urnas. Lo vimos con Inés Arrimadas cuando abandonó Barcelona para vivir el gran Madrid, y lo vimos también con Albert Rivera, que no tuvo el valor de quedarse a gestionar sus propios errores. Aparte están todos esos cuadros medios que han ido abandonando Ciudadanos por diversas cuestiones para ingresar en un PP que, horas antes, era el mismo demonio, por citar al gran Manzanita.

Uno de los últimos actos de la decadencia de Ciudadanos lo vamos a vivir en Andalucía, con unas primarias que huelen mal desde el mismo momento en que han sido convocadas. Juan Marín, un político que sólo cree en su cada vez más dudosa supervivencia, se aferra al poder de una manera poco decorosa, olvidando el primer acto de responsabilidad de todo líder: el valor. Los naranjas llegaron a la política a purificar el régimen del 78 y han acabado peleándose por los restos de su propio naufragio. Los mismos que empujaron a no pocos a la política, al compromiso, al señalamiento, o se quitan de en medio o se dedican a la maniobra rastrera. Como mínimo es para meterse a cartujo. Pero en Andalucía, desde que se cerró el de Jerez de la Frontera, ya no queda ningún convento de los monjes de San Bruno.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios