La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Lo único positivo de la victoria de Trump
Vuelve a hablarse de las famosas cloacas del Estado, tan ejemplarmente representadas por ese abyecto excomisario de policía que ha ejercido como agente condecorado, empresario, proxeneta, investigador privado, miembro de los servicios secretos y animado comensal con acceso directo a jueces y políticos de todos los colores, justo cuando en Francia se ha reabierto el debate sobre la guerra de Argelia, hito en la historia de los procesos de descolonización que fue vivido por muchos franceses como una verdadera guerra civil, también con su controvertida memoria histórica. Sólo una década después de la Liberación, la humillante derrota en Indochina había exacerbado los ánimos del ejército que aprovechando el caos y la debilidad de las instituciones reaccionó con violencia a los atentados indiscriminados del Movimiento de Liberación Nacional, en el marco de una guerra sucia -muy verosímilmente reconstruida en la áspera película de Gillo Pontecorvo, La batalla de Argel- que se libró asimismo en el terreno de la opinión pública y desestabilizó la nación hasta provocar un fallido levantamiento militar, el regreso del incombustible De Gaulle en una especie de golpe blando -oportunamente saludado por los franquistas como refrendo de su régimen autoritario- y la refundación de la República. Estos días volvemos a leer del pensamiento de Fanon o de la agria polémica entre Sartre y Camus, y también se recuerda que hubo una conexión directa entre el fracaso del putsch de los generales que se negaban a admitir la independencia del país norteafricano y el resurgimiento de la extrema derecha, liderada durante años por un veterano paracaidista al que apoyaban tanto los nostálgicos de Vichy como los antiguos terroristas. Tal como reflejan las novelas de Modiano, una línea de continuidad vincula a los colaboracionistas o beneficiados de la Ocupación alemana con los que siguieron mercadeando tras la llegada de los americanos y en muchos casos se reciclaron, mismos perros con distintos collares, como mercenarios, torturadores o gánsteres, en esa zona turbia que el gran novelista ha retratado admirablemente. También en España sabemos de los sumideros por donde se mueven personajes siniestros y extrañamente impunes, que sobreviven a los gobiernos de turno sin que en el fondo, como sus homólogos de cualquier parte, tengan otra ideología que el medro. No en vano el santo patrón de las cloacas, también francés, sería el odiado y temido Fouché, magistralmente biografiado por Zweig, "genio tenebroso" que hizo de la traición un arte y no tuvo más objetivo en su dilatada vida política que detentar el poder a cualquier precio.
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