Confesiones íntimas de otoño

"Sé que las fotos que he publicado no tienen nada que ver con el terrible verano que he pasado, lo siento"

Tertulia con Alfonso Jiménez: "Sevilla se acostumbra en poco tiempo a las barbaridades"

Abrazo
Abrazo / M. G.

12 de octubre 2023 - 05:00

Los dos compañeros compartían años, demasiados años en el viejo oficio, pero hacía tres meses que no se veían. En una nube de turistas, ruido, alegría para uno y alboroto para otro, se abrazaron sin juntar los pechos y uno de ellos arrancó a hablar: “No te he llamado ni te respondí el mensaje, lo sé. Pero es que no ha sido nada bueno el verano, no estoy bien. No me mires así que sé que no me he muerto. Aquí estoy y me alegro de verte. He tenido varios problemas de salud, uno de ellos bastante serio, pero no quise llamarte ni escribirte porque supongo que cada cual tiene sus problemas. No, no te fíes de las fotos que he publicado del verano. Lo que he sufrido no tiene nada que ver con esas imágenes. La verdad es que esos momentos eran agradables, muy agradables, por eso quizás quería difundirlos. Pero lo cierto es que mi verano ha sido horrible, muy horrible. Sí, chico, ya sé que no te has podido imaginar ni por asomo nada de mis problemas de salud, pero lo que te estoy contando es real. Uno publica fotos en la sauna del hotel, en la piscina de la urbanización, de los horizontes del mar, de los viajes, de los monumentos… Y con los amigos con gin tonics cargados de rodajas de limón, sonrisas y haciendo morritos… Pero ya ves… Aquí me tienes".

"Podría haber publicado las radiografías de cierta parte de mi cuerpo que me las ha hecho pasar canutas y lo que todavía me queda, pero... Nada. Lo he pasado fatal. Estoy mal. Y ahora que hablo contigo creo que estoy algo peor por haber proyectado una imagen que creía simplemente paralela, pero que al final es tan falsa que me ha hecho daño. ¡Me he perjudicado a mi mismo! Si no hubiera publicado tantas fotos de felicidad impostada me sería hoy más fácil aterrizar del vuelo de fantasía en el que me empeñé, pero ahora tengo que rendir cuentas ante mi mismo cuando me miro al espejo y ante los demás, que sois todos vosotros, a los que al final os he contado una farsa. Soy consciente. Algunos dicen que vaya al psiquiatra, no creo que sea para tanto. Pero lo que sí voy a hacer es apagar el teléfono. No me llames, mejor que no te cuente nada, por favor. Y tienes razón en eso que dices siempre: no hay que tener reparos en aburrirse, ni en estar mal, ni en estar triste, ni en soltar una lágrima. Pero uno ve tantas fotos de chiringuitos, palmeras, copas espectaculares con cañitas con plumas, músicas motivadoras, cubiertas de barcos y perspectivas de cuerpos imposibles que a cualquiera se le ocurre publicar una foto en mi balcón de piso de barriada en la cuarta ola de calor. Lo siento, de verdad. Por cierto, ¿qué me cuentas de la Inteligencia Artificial?”. El amigo lo abrazó. Y esta vez los pechos sí se juntaron.

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