Brindis al sol
Alberto González Troyano
Vieja y sabia
Por deformación profesional me resulta inevitable la comparación con el cine en el affaire Messi. Los grandes estudios de Hollywood pusieron desde 1922 límites a las exigencias de las estrellas, forzandolas a aceptar contratos leoninos de larga duración. Sabían que el público acudía a las salas atraído por ellas y no por los directores (salvo raras excepciones como Frank Capra, que tituló su autobiografía El nombre antes que el título, reivindicando su conquista de que su nombre encabezara los títulos de crédito). Los actores respondieron creando en 1933 un sindicato -el Screen Actor's Guild- en defensa de sus derechos laborales y artísticos. E incluso alguno desafió el acuerdo entre los estudios: en 1936 Gary Cooper se convirtió en el actor mejor pagado de Hollywood porque, mientras negociaba su nuevo contrato con Paramount, el independiente Samuel Goldwyn le ofreció 150.000 dólares por película.
Pese a esta y alguna otra excepción los estudios siguieron, hasta su declive en los años 60, controlando los límites salariales de las estrellas y comprometiéndose a no competir ofreciéndoles cantidades más altas. No es casual que en 1963, en plena decadencia de los estudios, Elizabeth Taylor fuera la primera actriz que cobró un millón de dólares por una película, Cleopatra. ¡Y fue a consecuencia de una broma! Taylor no quería interpretarla y su amigo Burt Reynolds le aconsejó que pidiera un millón para que la dejaran tranquila. Pero la productora aceptó y ese fue el principio de su ruina provocada por los exagerados costes y el tormentoso rodaje de una película que perdió dinero pese a encabezar la taquilla el año de su estreno. ¿Les suena a los barcelonistas esto de arruinarse triunfando a causa de la mala gestión económica y los sueldos astronómicos de sus estrellas?
De entonces a hoy las cosas han cambiado tanto que el actor mejor pagado de Hollywood en 2020 fue Dwayne Johnson La Roca, con un acumulado de 87,5 millones de dólares. ¡Oh tiempos! Y no se trata sólo del cine. En la apoteosis de la competencia por contratar a los divos operísticos, allá por los años 90, los más importantes teatros pactaron límites económicos a sus exigencias para romper una escalada que podría arruinarles a todos. Es lo que puede suceder en el fútbol sin que algunos equipos estén dispuestos a poner límites, como hicieron los estudios de Hollywood y los teatros de ópera, a las exigencias de las estrellas y los divos.
También te puede interesar
Lo último