La aldaba
Carlos Navarro Antolín
El desgarro de la muerte en el Parlamento de Andalucía
Vivíamos el año 92 con sus fastos de Expo y aquel largo serial de corridas que ideó Diodoro Canorea pensando que llegaría al toreo esa euforia económica. Era un lluvioso día laborable y veía la corrida junto a Curro Romero y Antonio Torres en la última fila de una grada. La corrida no dio mucho de sí en calidad, pero sí en extensión, pues devolvieron a los corrales un par de toros. Un servidor tenía una obligación concertada a hora fija y cuando vi que llegaría tarde quise irme. Entonces, Curro me dijo que eso no estaba bien y que mientras hubiera un toro y un torero en el ruedo era una falta de respeto al toreo abandonar. ¿Y a qué viene esto? Pues a que la recomendación del Faraón eterno le hubiera venido muy bien a Rafael de Paula, que las dos tardes que ha estado en la Maestranza se fue de la plaza en cuanto Morante liquidó su lote. Qué distintas las formas.
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