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Díaz y Díez

COINCIDO con Rosa Díez en su reproche a Susana Díaz (qué linda confusión de apellidos, digna de Hernández y Fernández; no pocos tertulianos televisivos y radiofónicos, por cierto, se empeñan aún en llamar a la presidenta andaluza Susana Díez; a lo mejor es que no han digerido bien el ascenso meteórico de tan prometedora estrella; o quizá, vaya usted a saber, les traiciona el subconsciente) de que hasta el momento se haya limitado a "dar discursos" sobre la corrupción sin haber metido mano al asunto en el orden práctico. Es cierto, como señala la líder de UPyD, que Díaz se comprometió a llevar al Parlamento leyes favorables a la transparencia y que todavía se le espera a que se decida una vez ("Las están peinando", vendría a replicar la presidenta). La advertencia que Díez lanzó a Díaz fue de órdago: "A los políticos no se nos juzga por lo que decimos sino por lo que hacemos". Aunque me temo que, como le ocurre a aquella canción de Pablo Milanés La prefiero compartida, esto puede quedar muy bonito sobre el papel pero, chasco, es mentira. Si fuera verdad, la intención de voto en España respecto al partido del Gobierno, dedicado a incumplir uno a uno sus compromisos electorales, sería muy distinta.

Lo que no comparto tanto con Rosa Díez es que afeara a Susana Díaz su intención de ir a Cataluña y decir un par de cosas bien dichas a Artur Mas. Díez acusó a Díaz de cometer una injerencia, y afirmó que "la pulsión secesionista" afecta a todos los españoles, por lo que en el debate tiene que intervenir "España, no Andalucía ni Aragón". Y, bueno, la sentencia deja entrever una cierta noción de España que no habla precisamente a favor de UPyD. Ante todo, habría que advertir a Rosa Díez que Susana Díaz, como cualquier ciudadano español, es libre de ir a donde quiera y hablar con quien quiera de lo que le dé la gana. Hasta ahí podíamos llegar. Que la "pulsión secesionista" sea un asunto de Estado, que lo es, no significa que haya que poner una mordaza a las comunidades autónomas, ni que sus representantes, elegidos democráticamente, no puedan entrevistarse con Mas si creen que lo que Mas pretende (algo que comparten todos los críticos con la consulta) afecta a su comunidad como territorio español.

Pero si lo que Díez pretende es dibujar una imagen de España como algo contrario, ajeno e incompatible con las autonomías, mal vamos. Díaz no está menos capacitada para abordar el asunto por no hacerlo desde Madrid. Aunque quién sabe, quizá lo que teme Díez es que le quiten el negocio. Que contra Mas, seguro, vivíamos mejor.

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