¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Historias vivas de los cementerios
Qué grande y qué rico el español y, sin embargo, a veces no atinamos. En algunos casos el roce inevitable con el idioma dominante en las redes -el inglés- o la propia condición fútil de nuestra comunicación digital produce palabros que asumimos sin empacho: como "oí el otro día a una grandísima periodista, más que impresiones positivas ella tenía buena vibra", dicho tal cual, como si nos estuviera escribiendo un wasap. Con el trabajito que nos costó descifrar el puñetero LOL y descubrir que un paréntesis y dos puntos es una carcajada. Todavía recuerdo cuando pensé que mi hijo se había enrolado en el Mossad por la cantidad de x que me ponía en los mensajes.
La lengua está viva y pertenece a quien la habla, sea para reducirla o ampliarla, pero en este trasiego hay que reconocer que a veces nos pegamos un tiro en el pie con expresiones que queriendo decir una cosa plantean la contraria. Un ejemplo sangrante, y no banal, es "la discriminación positiva" y el lastre en forma de oxímoron que arrastra. En contra de la animadversión visceral que concepto y expresión provocan en algunas personas, no es un invento de las feministas siempre voraces y dispuestas a darle el vuelco a una hipotética tortilla. Qué va. Su uso y aplicación (dícese de medidas para evitar discriminaciones sistémicas de sectores tradicionalmente excluidos por razón de raza, sexo o religión) se remonta a los años sesenta en los Estados Unidos y a la necesidad de paliar la inmensa brecha, sobre todo racial, que vivía una sociedad con situaciones de alta tensión. Más tarde se incorporó la idea de "género", o sea de evitar exclusiones por razón de sexo, efectivamente por la presión del movimiento feminista internacional. Feministas que, por cierto, suelen recalcar que se trata de acciones positivas contra la discriminación y no otra discriminación por positiva o bienintencionada que sea. Y se insiste también que se trata de corregir inercias, de evaluar el efecto de esas medidas y de darles un plazo. Ninguna mujer quiere ser tratada mejor sino justamente, esto es: asumiendo las circunstancias sociales que consolidan sesgos y exclusiones. Estos días he vuelto a oír ruido acerca de ciertas medidas que el Ministerio de Universidades tiene previsto aplicar. Y lo cierto es que en un ámbito, el universitario, feminizado en muchos casos y con altas cualificaciones por parte de las mujeres, sigue habiendo una brecha en el acceso a puestos de gestión o dirección de proyectos. Tratar igual a los desiguales no es igualdad. No le llamemos discriminación positiva -si quieren- pero hagamos algo positivo contra la discriminación. Si es que creemos que la realidad nos pertenece y la podemos cambiar.
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