Ducha escocesa

Hay quien se ha creído (y no sólo las comparsas) que el mundo de la cultura ha de ser a la fuerza de izquierdas

Nunca me di una ducha escocesa. No por hipismo ni por xenofobia. Soy partidario de la higiene; y del whisky escocés, del café ídem y, sin duda, de Stevenson. Pero la ducha escocesa alterna agua muy caliente y muy fría, arrojadas, para más inri, a muy alta presión. Sin embargo, en este final de curso, estoy bajo la metáfora. Se me han juntado los dos chorros disparados y distintos. Una campaña electoral de fría y tenaz rivalidad y la publicación de mi poesía cálidamente reunida en la exquisita colección La Veleta. Agua helada e hirviendo. Entre la actualidad política y la alegría poética, voy del escalofrío al escaldamiento.

En mis artículos y en Twitter salto, huy, ay, de lo uno a lo otro sin solución de continuidad. Exijo muchísima cintura a los que tienen la paciencia de atenderme. Unos me seguirán por la literatura, otros por la política, pocos por ambas y casi ninguno por estar de acuerdo conmigo siempre, pero yo se lo arreo todo a todos. Espero que me perdonen bastantes.

Como soy un optimista militante, veo que en esto -lata aparte- late en parte una ventaja. Hay quien se ha creído (y no sólo las comparsas de carnaval) que el mundo de la cultura ha de ser a la fuerza de izquierdas o, si acaso, de un vergonzante centro silente. Ja, ja, ja. ¿Qué historia han estudiado? ¿Qué literatura han leído? Independientemente de mi recalcitrante conservadurismo, yo estoy con el gran poeta Juan Antonio González Iglesias. Considera que "como mínimo todas las posiciones del arco parlamentario son legítimas para los poetas, no sólo las de medio arco parlamentario". Y sigue: "Teniendo en cuenta, además, que el parlamento es un hemiciclo, concedámonos un círculo completo y, si podemos una espiral, por lo menos. Pero no un cuadrante, un quesito parlamentario: eso no tiene sentido".

Como poco, como poeta, sí que sirvo para estar en lo más extravagante de la espiral: soy un güelfo blanco. Y mi ducha escocesa vale de rito probatorio… para ustedes, si me la disculpan. Con las obvias diferencias poéticas, políticamente pienso como Dante, como Eliot, como Borges, etc. A la vez, leo con admiración también a tantos con los que me las tendría tiesas en el hemiciclo. El lector que no es capaz, por un poema verdadero, de superar una disparidad política y quiere meter a los distintos en un armario, no se merece la poesía de nadie. No es el caso de ustedes, que, como se ve, han llegado al final.

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