Duelo entre el luto y una cara

Todo, Esperanza, nació y nace de la luz de tu cara que hoy vence la enlutada oscuridad que te viste

02 de noviembre 2022 - 01:46

La Esperanza Macarena amanece enlutada por todos sus hijos muertos. ¡Qué singular duelo! Pues duelo significa dolor o sentimiento de pesar que se tiene por la muerte de alguien. Pero también combate entre dos a consecuencia de un desafío. No es tu duelo, Esperanza, el del dolor o el pesar por aquellos que perdimos, sino el de la pelea que tan victoriosamente libras con el desafío que la muerte a todos hace. Y sabemos quién vence en este combate.

Multiplicó Juan Manuel el resplandor de tu cara para que corona, manto, saya, fueran espejos que lo multipliquen y ráfaga que nimbe a la única dolorosa gloriosa de Sevilla. Hoy, vestida de negro, te han quitado esos espejos y despojado de esa ráfaga. Solo tu cara, solo tus ojos valientes mirando de frente para traspasar la frontera de la muerte, solo tu boca entreabierta diciendo que no busquemos a los vivientes entre los muertos, solo tu perfil perfecto, frontera entre la eternidad y el tiempo, luchan en este duelo entre una cara y el luto que la cubre sin vencerla.

Te bastas a ti misma, Esperanza, que no hizo ni hace tu grandeza tu ajuar perfecto, ni tu paso asombroso, ni la delicada gracia con que los tuyos te dan a Sevilla cada Madrugada, ni tu espléndido cortejo de oro, merino y terciopelo, ni las músicas que te dicen como nuestro corazón te siente, ni las palabras que te ensalzan, ni las saetas que te cantan, ni las multitudes felices que congregas. Todo, Esperanza, nació y nace de la luz de tu cara que hoy vence la enlutada oscuridad que te viste.

Este duelo, que no es de dolor sino de combate, reproduce la lucha entre la negra pena que nos invade cuando la muerte nos arrebata a quienes queremos y la luminosa certeza -absurda, irrazonable, pero tan cierta como lo que se ve y se toca- que sentimos cuando al verte los sabemos vivos. No lo imaginamos, no lo soñamos, que en ti no hay engaño: lo sabemos porque lo vemos. Y vivimos, como dijo san Juan de Ávila en su sermón sobre los difuntos, "prendidos de una palabra: esperanza". Enlútenos la vida como a ti te han enlutado, que tu cara, solo tu cara, convertirá el duelo de pena en duelo de lucha que siempre gana la vida.

Todo es gracia. Nunca es tarde. Puedes pedir perdón a quien no te dio tiempo de pedírselo. Y te perdonará. Puedes decir 'te quiero' a quien no se lo dijiste cuantas veces hubieras debido o querido hacerlo. Y te oirá. Palabra de la Macarena.

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