Demostración clara de que la discapacidad física puede encarrilarse por unos senderos que sirvan para que el discapacitado pueda ganarse la vida es el espectáculo de los enanos toreros. Quien quiera sentir lástima de un discapacitado que disfruta y se gana la vida sorteando las embestidas de un becerro está en su derecho, pero no tiene derecho alguno para privarle del sustento. Ya desde la Moncloa, en vez de evitar perjuicios más graves, condenaron la existencia de estos espectáculos y se consideró como una prohibición más de la muy prohibidora izquierda. La derecha, en su acomplejada vida, también arremete contra los pobres enanos en su afán de defender su dignidad. Por una vez, Moncloa y San Telmo al unísono, qué maravilla, mientras los enanos toreros se miran estupefactos, igual que mira el desgraciado al que le quitan el pan que iba a meterse en la boca.