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Luis Sánchez-Moliní

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Espadas y Schrödinger

Espadas debe marcar distancias con Ferraz: no se puede presidir la Junta sin defender la igualdad territorial

Alguna vez hemos hablado de los gatos del foso de la Universidad, últimos dioses en una ciudad en patinete. Los vemos tomando el sol, junto a los álamos o la jacaranda blanca -auténtica rareza botánica de la ciudad- y nos hacemos una idea de cómo deben ser las Islas de los Bienaventurados: vagancia sin reproches, alimento asegurado y sol o sombra según convenga. Los gatos del foso tienen algo de Diógenes felinos, de sabios irracionales que saben disfrutar de la vida y sus auténticos placeres. A tal comunidad invitaría yo a un nuevo gato nacido de las primarias del PSOE andaluz; un gato de Schrödinger, ese que está muerto y vivo a la misma vez, según la famosa paradoja cuántica. El morrongo no es otro que Juan Espadas, alcalde de Sevilla y flamante ganador de la guerra civil del PSOE andaluz, a quien, como se suele decir, no se sabe muy bien si palmotear o dedicarle una respetuosa y funeral cabezada. El Espadas que se acostó el domingo laureado como candidato y secretario general in pectore de los socialistas andaluces tiene muchas razones para la felicidad, aunque también para la amargura. Ha ganado, es cierto, pero de la mano de un líder, Pedro Sánchez, que es posible que termine en alguna fosa común de la historia política española. Algún día para muchos será incómodo que se les relacione con el hombre que voló la socialdemocracia española para convertirla en un amasijo de ocurrencias y extravagancias ideológicas. ¿Quién, fuera de Venezuela, recuerda hoy con amor a Zapatero?

El primer objetivo que debería tener Espadas -que es más hijo de González que hermano de Sánchez- es limpiar cuanto antes ese pecado original de su victoria. Mientras no lo logre seguirá siendo un gato vivo-muerto, un hijo de los juegos mentales de Schrödinger. Vivo, porque atesorará poder orgánico en el PSOE andaluz; muerto, porque tendrá muy pocas opciones electorales. ¿Cómo lograrlo? Empezando desde ya a marcar distancias con Ferraz y con su intención de cargar de privilegios a Cataluña como única forma de salir del atolladero territorial. Por herencia histórica, los líderes andaluces están destinados a garantizar un Estado autonómico lo más igualitario posible. Si los Habsburgo tenían el pesado encargo de la sangre de combatir la herejía, los presidentes de la Junta lo tienen de impedir la asimetría. No hay honor sin pesadumbre. Bien lo sabía el recién fallecido don Manuel Clavero.

En breve veremos qué camino ha decidido tomar Espadas, si sigue la senda del crítico García-Paje o la del complaciente Salvador Illa. A Andalucía le vienen bien los políticos como Espadas, serios y moderados, pero de poco le servirá su temperamento si se convierte en un mero peón sanchista. En el trono andaluz tiene que mandar un gato vivo-vivo.

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