¿Y por qué no una Expo para Málaga?

No hay cosa más cateta que picarse con el pueblo de al lado. Sevilla y Málaga se necesitan

30 de noviembre 2021 - 01:46

No se entiende el malestar en un sector de la ciudad porque el todavía alcalde, Juan Espadas, haya apoyado la candidatura de Málaga para acoger una exposición universal en 2027. Lo que le faltaba a la ciudad para descender aún más a los abismos de la mediocridad es caer en un cantonalismo de casino, en los dimes y diretes de Villanueva del Conejo de Arriba contra Villanueva del Conejo de Abajo. Málaga es una ciudad hermana, andaluza y española, y sus aspiraciones deberían contar con el aliento de Sevilla, una urbe, no se olvide, que ha gozado de dos grandes exposiciones, las de 1929 y 1992.

Juan Espadas siempre ha tenido muy claro que la alianza estratégica con Málaga sólo podía reportar beneficios para Sevilla. Lo mismo pensaron la Hispalense y la UMA cuando participaron juntas en aquella delirante y esperpéntica competición entre universidades que fueron los campus de excelencia. El eje Sevilla-Málaga es fundamental para el desarrollo de Andalucía y sería una verdadera pena que rencillas pueblerinas lo arruinasen. El área malagueña es pujante, tiene las cosas claras y cuenta con un proyecto de desarrollo que en nuestra opinión tiene algunos defectos y que produce no pocos monstruos (desde la insostenibilidad de la agricultura tropical de la Axarquía hasta una turistificación excesiva del centro de la capital), pero también con una apuesta decidida por la tecnología y por la captación del talento foráneo. Sevilla debería aprender, pero para ello necesitaríamos tener una idea clara de hacia dónde queremos llevar la ciudad en las próximas décadas. Ese es el gran fracaso de Espadas, su incapacidad de haber marcado un rumbo claro y duradero, no que haga una declaración retórica en apoyo de la candidatura malagueña para la Expo de 2027.

Estaría bien que el Centro de Estudios Andaluces dedicase una de sus encuestas a analizar quiénes son los que fomentan las rencillas entre Sevilla y Málaga, un comportamiento que, por lo menos en lo que se refiere a nuestra ciudad, apenas existía hace unos años. Probablemente nos daríamos cuenta de que son los más mediocres, los menos comprometidos con el avance social, cultural y económico, los que siembran las semillas de la discordia. Tanto en una urbe como en otra. No hay cosa más cateta que picarse con el pueblo de al lado. Lo que le faltaba a Sevilla es incubar el resentimiento y los complejos con los exitosos vecinos. Eso sólo nos puede llevar al estancamiento y a la frustración.

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