Permítanme evocar hoy, día clásico de oro viejo y antiguas cofradías, al injustamente olvidado Manuel Sánchez del Arco. Publicó Cruz de guía en 1943, el mismo año en que Luis Ortiz Muñoz sevillanizó el Pregón. Es un libro extraordinario que se cita poco porque no cumple los requisitos de la ortodoxia de la heterodoxia representada para los tontos con reloj parado por Sevilla: Teoría y realidad de la Semana Santa de Antonio Núñez de Herrera, elevado por estos preciosos ridículos a canon de una supuesta Semana Santa "transgresora", como si el gran periodista fuera el padre Cué de quienes se tienen por la intelectualidad progresista cofrade. Triste destino para quien escribió que a Sevilla la han disfrazado "sucesivas capas de maquillaje, escayolas literarias e hipérboles" es el de acabar siendo utilizado como maquillaje, escayola e hipérbole por quienes disfrazan la actual Semana Santa con los ropajes de la de los años 30, al igual que los priostes desfiguran tantas Vírgenes con atuendos "historicistas" y "audacias creativas" que tienen el descaro -incluso en la que fue su casa- de invocar el nombre de Juan Manuel.

El libro de Núñez de Herrera fue prohibido por el franquismo y se olvidó hasta que Ortiz de Lanzagorta lo reeditó hace 36 años (¿cuánto tiempo les llevará a los tontos redescubrirlo?). Y de alguna manera Sánchez del Arco, Romero Murube, Ortiz Muñoz o Díez Crespo están censurados hoy por la invisible, pero eficaz, mano del olvido movido por el prejuicio. Los silencian los mismos que lamentan que Sierra, Laffón o Montesinos tuvieran tan poco reconocimiento cofrade mientras olvidan -porque es un señor políticamente incorrecto- que vive un poeta tan grande como aquellos llamado Aquilino Duque; el que le dijo a la Macarena "Ni azahares ni luna te pondría. / Pondría tu belleza a cal y canto. (…) / La Cruz del Sur será tu Cruz de Guía, / las nebulosas tejerán tu manto" y al Cachorro "así mueren los hombres"; y el que comparó la Virgen de los Gitanos al entrar en San Román con la leona herida del relieve mesopotámico. Es posible que cuando la canina le llame quienes lo ignoraron cuando vivía lo reivindiquen como heterodoxo ignorado por la oficialidad cofrade. Como sucedió con Laffón, con Montesinos y sobre todo con Sierra, tan olvidado en su casita de barrio León que escribió este verso tremendo: "Supongo que voy muy retrasado en mi muerte".