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Un día en la vida

manuel Barea /

Felices en la urbanización

LA urbanización. Caigo en la cuenta de que sólo tiene en común con urbanismo y urbanidad la etimología. Más parece un gueto en el que se hacinan votantes socialdemócratas y neoliberales que han pactado la presidencia de la comunidad de propietarios para el más vanidoso de los primeros y la del club de pádel para el más engreído de los segundos. Con una indumentaria por la que deberían estar obligados a pagar un canon a las compañías eléctricas, los neocons y los pijos de izquierda congenian en carreras para estar en forma por aceras con greñas de césped reseco sembradas de zurullos de perro, tan indiferentes a su inexorable derrota contra la obesidad y la decrepitud como a las fluctuaciones en la orientación del voto para los partidos emergentes en los sondeos electorales. Ellos se machacan en su mes de vacaciones con el mismo frenesí con que sus esposas fracasan en su guerra contra las lorzas y otras adiposidades en escenarios al aire libre de spinning, zumba y body pump bajo la tormenta de decibelios que ameniza sus ejercicios dirigidos por un monitor gay calvo con la misma empatía que Ed Gein. A escasos metros, los que presumen de ir de relajados en su mes de descanso desafían al miocardio por aburrimiento letal jugándose con desgana unos hoyos en alguno de los campos de golf que cuartean como minifundios la urbanización. Acompañando el estertor final desde el green la última visión del infartado será la de un gránulo de mar del tamaño y el color de un moco, muy al fondo, demasiado lejos y sin ningún parecido con el mar que salía en el vídeo con el que lo engatusaron para ahogarse antes en la hipoteca del adosado en Residencial Las Petunias. Murió igual que Bing Crosby, recordará un amigo que se las da de saber de cine, un capullo redicho para el resto de la camarilla que sólo se reúne en verano y que, como el resto del año, se ha estado atascando cada noche con sus 4x4 en colas de tráfico procesionales con la diferencia de que, en este mes de vacaciones, en vez de hacerlo para ir al trabajo ha sido para llegar ansiosos a la oferta del cubo de botellines y papelón con la que ha triunfado esa franquicia que se expande por un país que habrá alcanzado sus más altas cotas de progreso el día que los encuestados respondan a las consultas demoscópicas que su principal problema, su prioridad, son las defecaciones perrunas en la vía pública.

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