CUANDO el empeine de Iniesta hizo campeona a España en la final de Sudáfrica 2010 marcando ante Holanda, a Munir El Haddadi sólo lo conocían por Majadahonda los más fatigas del barrio. Ahora, con dos partidos en Primera División, parece que lidera la regeración de la selección de Del Bosque.

Desde que se quitó la careta con Diego Costa, ha entrado la RFEF en una peligrosa carrera que pone en duda su identidad. Es verdad que los flujos migratorios han convertido el fútbol de selecciones en una especie de tablero de Risk en el que hay que moverse antes que el enemigo, pero tampoco perder el norte y atacar por impulsos.

Munir, que firmó un golazo desde el centro del campo en la final de la Champions juvenil ante el Benfica, será probablemente un gran delantero, pero aún su figura está muy alejada de la entidad que debe tener un nueve de España. Hace unos días el seleccionador se quejaba en una entrevista nocturna de que en nuestra Liga, dándole vueltas al tema Casillas, juegan muy pocos porteros españoles. La reflexión se puede ampliar al oficio de goleador y, a partir de ahí, a otros puestos de ataque. Y es ahí donde hay que ir con cuidado. Lo de Munir es como jugar contra Marruecos y salir con el autobús. Mientras Muniain se hace eterno en la sub 21, es una pena que todo se precipite si hay una pizca de exotismo en el protagonista y si, encima, está el Barça por medio.

Mientras nos entretenemos con esto, Inglaterra se llena de nuestros jóvenes talentos al ritmo que llegan a sus clubes Albertos Morenos. Desde la sub 17 (en Gran Bretaña no pueden jugar antes de los 16) a la sub 21, las selecciones españolas están llenas de jugadores de Liverpool, Chelsea o Manchester City y ya también de Oporto o Bayern. Pero todo debiera empezar por nosotros mismos alejándonos de chovinismos exóticosode mentira. Hacen falta Munires en el fútbol español, pero también Abeledos y Juanes Muñoz, y ésos están aquí. Todavía.