Opinión

Fede / Durán

Hectolitros al río

24 de julio 2013 - 01:00

A RAJOY nunca le ha gustado comparecer, sobre todo cuando no sabe qué decir para salvar la cara. La curva de la democracia es descendente desde que Lincoln marcase una de sus cumbres a mediados del siglo XIX, Churchill confirmase el declive de la idea con aquella frase sobre la plebe y los cinco minutos de charla necesarios para borrar cualquier esperanza, y la terna Hitler-Mussolini-Franco firmase su sentencia provisional de muerte. En pleno siglo XXI, el problema persiste y no es exclusivamente español: Putin, Maduro o Fernández de Kirchner son ejemplos perfectos de la tasación mediática. La prensa libre (algún espécimen sigue suelto en plena jungla; cuidado) es el enemigo a evitar. De ahí las emisiones-monólogo en radios y cadenas públicas de televisión (Maduro hereda el vicio de Chávez, que lo heredó de Fidel); las intervenciones sin turno de preguntas (muy en boga en nuestro país); o las irrupciones de corte mesiánico ya sean en directo, ya mediante el diferido de un reportaje fotográfico convenientemente retocado (recuerden a ese jinete Putin de fornido torso desnudo y establezcan las conexiones pertinentes con los trucos propagandísticos de Stalin).

Pero el problema de Rajoy es que, comparado con cualquiera de los demás trileros de la alta política, es un auténtico pardillo. Porque los demás cuentan lo que quieren y chulean al más pintado. El presidente español simplemente balbucea, encerrado en sus propios tormentos, o en sus dilemas morales; convirtiendo el segundo máximo cargo del Estado en una terrible caricatura del objeto original; escudándose en sus amazonas -Sáenz y Cospedal- para que le defiendan el Gobierno y el partido. Si la misión fracasa, ambas podrían ser las próximas madres de Boabdil.

Tampoco constan especiales habilidades de Mariano en el arte opaco de la bambalina. Ya sabíamos que no era Lafayette, pero -como Rubalcaba- quizás el gallego tuviese algo de Fouché (o de Godoy o Rasputín). Nada. Lo suyo es una suerte de carpe diem de la gestión (no existen ni el pasado ni el futuro) con un engorroso inconveniente: disfrutar del presente, del suyo, es imposible por la crisis, la corrupción, el austericidio y la sima que separa al poder del administrado.

La suerte del PP es que enfrente está el PSOE, tan vapuleado en las encuestas y defenestrado como opción revitalizante que ni siquiera cuenta como oposición. La verdadera contravoz al Gobierno parte de las cuerdas vocales de IU y UPyD, siglas que en realidad representan un nuevo armazón pero no un nuevo núcleo. Lamentablemente, Rajoy puede permitirse la norma de la cobardía y la excepción de la comparecencia forzosa siempre que la presa amenace con agrietarse. El próximo 1 de agosto abrirá compuertas, soltará hectolitros al río y esperará a que la siguiente tormenta le obligue a repetir la operación. España es el país del mundo donde más dimisiones se exigen por kilómetro cuadrado y donde menos responsables dimiten. Curiosa desproporción proporcional.

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