¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Hispanoamérica en el Real

En su fingimiento barroco y en el mestizaje de los elementos, cuánta América española hay en la Feria

Cartel de la película.

Cartel de la película. / DS

EN un esfuerzo final de conectar con la realidad antes de sumergirme definitivamente en la vorágine surrealista de la Feria fui a ver Hispanoamérica, canto de vida y esperanza. La última película de José Luis López-Linares es un panfleto en el mejor sentido de la palabra. Me explico: es una obra que no pretende ser artística, sino mostrar una idea de forma sencilla, directa y apasionada para convencernos de que es la correcta. A saber: la historia de los tres siglos de la América Española, lejos de ser ese relato tenebroso con el que el mundo anglosajón y la progresía tipo ministro Urtasun nos han intoxicado, fue una experiencia repleta de arte, música, espiritualidad, humanismo, universidades, hospitales, iglesias... Y, sobre todo, fue un proceso donde el mestizaje, lejos de ser algo casual, se convirtió en la idea central de una civilización, la Hispanidad, cuyos valores tenemos el derecho y la obligación de recordar, reivindicar y recuperar. Mestizaje no solo de sangres y linajes, sino también de conceptos, de instrumentos, de vestimentas, de colores, de alimentos.

Hispanoamérica, canto de vida y esperanza , que reúne voces de ambos lados del Atlántico, es también una reivindicación del Barroco, algo que a los sevillanos no puede resultarnos indiferente. Barroco no sólo como un estilo artístico, sino como una forma de vida en la que la fiesta juega un lugar central y sagrado. A la luz de esta película (con imágenes hermosísimas y espectaculares) muchas de nuestras celebraciones, desde la Feria hasta las danzas indígenas de Ecuador, quedan unidas por un hilo invisible que va mucho más allá de lo folclórico y las convierten en la expresión vital de Hispanoamérica, ese mundo al que pertenecemos por mucho que nuestras élites políticas nos intenten inocular los venenos del agravio y la culpa. Como dice uno de los intervinientes: España conquistó las almas de América no solo con la cruz, sino también con la guitarra (cito de memoria).

Es ya un lugar común recordar cuánta América hay en Sevilla, pero también habría que subrayar cuánta Hispanoamérica hay en el Real de la Feria: en su color, en sus trajes, en sus sombreros, en sus guitarras, en sus cajas de percusión, en su sol inclemente, en esa alegría salvaje de vivir, en su fingimiento barroco, en el mestizaje de los elementos, en el fandango destemplado que a última hora de la noche, con la papa ya licuándonos el cerebro, se puede escuchar en alguna caseta semicerrada. Después de ver Hispanoamérica, canto de vida y esperanza todo esto queda más claro.

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