Alto y claro
José Antonio Carrizosa
Valencia: lecciones del horror
íbamos al siempre sugerente señuelo de ver a la Virgen y en vez de la de Regla es como si estuviésemos ante la de Covadonga, qué frío. Había rolado el viento y lo hacía con redaños, como aspirando a huracanado y el camino al Santuario podía asemejarse al del paseo que linda con la gijonesa playa de San Lorenzo. Ni recordaba cuándo en Chipiona hube de echar mano del jersey y en esta atardecida del 8 de septiembre no hubo más remedio. Y la inopinada acción del viento me removió el arcano para que apareciese la nostalgia por tantos veranos norteños que la puñetera pandemia cortó. Tardes por el Sardinero en ese Paseo de Pereda tan hermoso o por el fluvial de Ribadesella que siempre exigen la prenda de abrigo. Y era en Chipiona y recién huidos de la calor para que el cabo del Faro fuese como el de Hornos, qué manera de soplar Eolo y qué gusto al mismo tiempo.
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