La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Tablada, zona libre de pelotazos
Querido Ismael, echaré de menos los desayunos navideños en el Círculo Mercantil que desde hace años celebrábamos. Dichos encuentros, en el tiempo de Navidad, nos permitían hacer un repaso de muchas cosas y, para mí, disfrutar de tu compañía excepcional. El Humanismo visualiza forma integrada los valores humanos. Creo que Ismael era un humanista en el sentido integral de la palabra y no sólo por su visión de la importancia de los valores humanos en una sociedad que algunos perciben como decadente. Ismael Yebra consideraba que el ser humano está dotado de capacidades ilimitadas que la sociedad debe saber desplegar para conseguir el bien común y la fraternidad universal. Decir que Ismael Yebra era dermatólogo y escritor es verdad, pero realmente era mucho más. Sobre todo era un amigo de mucha gente a la que ayudaba y animaba, su capacidad empática era excepcional. Aparte de miembro de la Academia de Medicina y Cirugía de Sevilla, era presidente de la Academia Sevillana de Buenas Letras, lo cual pone de manifiesto su amplitud intelectual. Recuerdo, hace años, cuando con Juan Parejo, periodista de este periódico, estuvimos midiendo juntos por las calles de Sevilla, en verano, la intensidad de la radiación electromagnética. Diario de Sevilla le dedicó una portada al tema y el trabajo realizado puso de manifiesto la capacidad de Ismael de bajar al terreno para poner de manifiesto un problema ya que, como dermatólogo, estaba preocupado por el elevado índice ultravioleta de nuestra ciudad. De verdad recuerdo con admiración -y por qué no, con ternura- aquellos momentos en los que una persona tan relevante me acompañaba, midiendo juntos en su calles, para mejorar la vida de esta ciudad. Una desgraciada enfermedad, contraída hace años, se lo ha llevado en lo mejor de su vida, dejando un vacío en su familia, sus amigos y en esta su ciudad, de adopción y vida. Es importante para el mundo que vivimos, la sociedad que hemos creado, que los científicos sientan la llamada de las letras. Brillante y agudo observador de la realidad nos ha dejado páginas brillantes de pensamientos sobre la ciudad y sobre la vida. Coincido con las numerosas personas que han escrito estos días sobre él, era un hombre bueno. El ser humano puede ser brillante, destacar en su labor, pero quizás es más importante que sea bueno. Ser bueno se proyecta en la vida de cada día y las personas que nos rodean, ser bueno ayuda transformar la realidad. Ismael lo hacía con generosidad y además era una persona divertida, atractiva de conversación que sabía dar y recibir, escuchaba con atención y respeto, impartía saber con proximidad. Sabía, Ismael, contar anécdotas, y proyectarlas en libros, de la Sevilla universal, sus gentes, sus conventos y palacios, sus calles, desde un conocimiento profundo y cálido para una ciudad que lo ha perdido. Me añado, con el pesar por el amigo perdido, a las personas que piden una calle para nuestro universal Ismael Yebra.
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