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Jirafas en Filipinas

Las últimas elecciones le dieron la presidencia a un personaje mix entre Mussolini y el comandante Ortega: Rodrigo Duterte

C uánto tiempo tardaremos en olvidar la angustia, el horror, el miedo de Afganistán? ¿En cuántos días los rostros encubiertos de las mujeres que son perseguidas por los talibanes desparecerán de nuestras teles, las portadas de periódicos, las redes? Es el Mercado, amiga, me dice una voz interior que, cuando me pongo estupenda, me recuerda que en mi sala de estar lo más terrible que ocurre es la tarifa dela luz o que renqueando llegamos a fin de mes como el que gana la vuelta ciclista a España.

Flagelarse tampoco es la solución. Resulta más práctico e infinitamente más cívico impulsar protestas, cartas, proponer medidas concretas como se está haciendo ya. Mientras dure, porque si la vida enseña algo es que todo es efímero y desde su lugar en portada una tragedia puede ir directamente al agujero negro de lo no contado. Hace unos años, cuando EEUU intervino contra la dictadura podrida de Ferdinand Marcos en Filipinas, las vergüenzas extravagantes de esa familia de sátrapas estaban hasta en la sopa, o el gazpacho, de todos los menús informativos. Luego desapareció de las pantallas, aunque afortunadamente no del todo. Hace unas semanas la 2 de TVE emitió un extraordinario documental sobre ese país ( Imelda Marcos, el poder en la sombra, de la estadounidense Lauren Greenfield) que despertaba nuestra díscola memoria y recordaba que los Marcos han vuelto. Y que siguen mandando. Las últimas elecciones, en 2016, le dieron la presidencia a un personaje mix entre Mussolini y el comandante Ortega, Rodrigo Duterte, que al grito de "Todo para el pueblo", aplica la máxima de que el amor bien entendido empieza por uno mismo y la familia Marcos. Con un sistema electoral extraño para nosotros, hace cinco años se le eligió, por goleada; pero para la vicepresidencia, que se vota aparte, Bongbong Marcos perdió ante una mujer, jurista y progresista, Leni Robredo. Un año antes de que vuelvan a celebrarse la elecciones al fin, el Tribunal Supremo filipino (no sólo tarda el TC español) ha desestimado el recurso que impedía a Robredo ejercer su cargo. Mientras los Marco se pasean del bracete de Duterte (y ayudan a despejar el camino a la vicepresidencia de Ferdinand Jr, con la ayuda inestimable de la represión policial) crece el hambre, la pandemia hace estragos, las cárceles se llenan de disidentes. El documental arranca con la imagen de animales africanos, enfermos, desvalidos, abandonados en un parque que la familia Marcos se hizo construir como el que se encarga un Edén por Amazon. Las jirafas heridas, abandonadas como juguetes rotos, son la mejor metáfora de un país que ya no nos conmueve. Es el mercado, boba.

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