Rogelio Velasco

Jugando con fuego

la tribuna económica

13 de julio 2011 - 01:00

AUNQUE parcialmente recuperadas las cotizaciones en la sesión de ayer, entre el pasado miércoles y la sesión del lunes, la Bolsa de Milán se hundía un 11% y el principal banco italiano, Unicredit, perdía casi el 25% de su valor. La venta masiva de títulos italianos afectaba a todas las empresas.

Mientras tanto, el primer ministro, Silvio Berlusconi, se encontraba desaparecido de la escena sin hacer pública su presencia en ningún momento, pero maniobrando para evitar tener que pagar una indemnización de 560 millones de euros al Grupo Mondadori como consecuencia de los daños infligidos al grupo editorial.

Con tales responsables políticos, no resulta nada extraño que los inversores quieran salir de las posiciones que tengan de empresas y del Estado italiano, ante el tenebroso panorama que se presenta.

Italia lleva más de una década en una situación de estancamiento económico. Los bajos tipos de interés y la calma disfrutada por los mercados financieros que han estado facilitando financiación fácil a todos a los agentes, públicos y privados, de la UE, han permitido que las irresponsabilidades políticas -empezando por la elección del propio Berlusconi tres veces como primer ministro- no se trasladaran a los niveles de riesgo y a los tipos de interés de la deuda de forma significativa.

Pero la falta de crecimiento y la ausencia de reformas han permitido el crecimiento de la deuda pública respecto del PIB alcance el 120%, de la que una quinta parte vence este año.

Sin apenas crecimiento, sin deseos de reforma y con tipos de interés crecientes ¿qué perspectivas pueden tener las finanzas públicas italianas? Ante el acoso lógico de los mercados, la pasada semana el Gobierno presentó un paquete de ajuste en el parlamento. Habrá que ver en qué se concretan las medidas pero, en todo caso, y fiel a la política de Berlusconi, el grueso de las mismas no se activará hasta 2013, cuando ya no sea primer ministro. Para añadir, pues, insulto a la infamia, será el futuro primer ministro quien tenga que apechar con las medidas impopulares.

Como los países del euro navegamos todos en el mismo barco, las enfermedades de unos se contagian rápidamente al resto. España ha tenido nuevamente que afrontar unos días difíciles por el salto negativo que ha experimentado el diferencial de tipos respecto del alemán. El Íbex, a pesar de la buena evolución de las empresas y de la orientación exportadora de las mismas, también ha sufrido.

No podemos hacer nada -sólo la presión alemana puede, si es que puede- para obligar al Gobierno italiano a que adopte medidas serias para enderezar sus finanzas públicas. Pero de un Gobierno que ha caído en el más absoluto descrédito no puede esperarse mucho.

Mientras tanto, sólo podemos continuar con celeridad las reformas iniciadas -algunas paradas desde hace meses-. Además de la reforma laboral, la reestructuración de las cajas se está prolongando excesivamente. El Gobierno y el Banco de España deberían obligar a acelerar al máximo el proceso. Y tenemos que continuar con el ajuste de las cuentas públicas en donde, esperemos, no encontremos este año más sorpresas desagradables.

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