Hay tragedias que ensanchan los mapas más allá del determinismo establecido por Robert Kaplan en La venganza de la geografía. La erupción del Cumbre Vieja y la pandemia del Covid-19 nos han enseñado geografía, historia y hasta el alfabeto griego. Un clásico diría con fatalismo que no hay mal que por bien no venga. Las Canarias están más cerca que nunca del común de los españoles. Más allegadas incluso que en aquellos mapas antiguos de Castilla la Vieja, Castilla la Nueva, la región de Albacete y Murcia y un confuso recuadro encima de Argelia con siete islas supuestamente mediterráneas. Al trasladar el plano, en esos atlas aparecían junto a Almería las islas más lejanas. Pero en la realidad La Palma está a 1.400 kilómetros de Cádiz. Lugar estratégico fundamental en medio del Atlántico para el tráfico hacia América tras el Descubrimiento, que convirtió en el siglo XVI el puerto de Santa Cruz de La Palma en el tercero de Europa, después de Amberes y Sevilla.

Dos meses y medio vomitando lava han activado la empatía del resto de los españoles con el drama de estos compatriotas. A diario ponemos los ojos en otro mapa, el del tiempo, que nos cuenta si llueve y ventea por la España más alejada de la península. Cumbre Vieja ha evocado también historia. Por ejemplo, la erupciones en la isla desde el siglo XVI, algunas con nombres exóticos como Teneguía, Tajuya y Tigalate. Emisiones que duraron menos de tres meses, y van a ser superadas por ésta que seguimos en televisión con drones y despliegue de medios.

Nombre de dron o de smartphone tiene Ómicron el alias de la nueva variante del Covid-19. Las mutaciones del virus han trazado otro mapa mundial. Al principio de la pandemia las variantes tenían nombres científicos con letras y números, pero se convirtió en un estigma, porque se vinculaban al nombre de un país. En mayo de 2021 la OMS anunció una nomenclatura simple basada en el alfabeto griego. Ahora tenemos a Ómicron, la decimoquinta letra del alfabeto por antonomasia, lo que no significa que todas se hayan utilizado. En todo caso, nos dan una lección de geografía universal.

A una de las primeras, detectada en el Reino Unido, se denominó Alfa. La siguiente, surgida en Sudáfrica, Beta. Gamma en Brasil, Delta en India, Épsilon en Estados Unidos, Zeta en Brasil, Eta en varios países, Theta en Filipinas, Iota de nuevo en Estados Unidos; Kappa otra vez en India; Lambda en Perú, Mu en Colombia. Y ahí hubo un salto: la OMS no ha utilizado Nu ni Xi. La primera por asimilarla a nuevo y la segunda se ha prestado a exégesis geopolíticas; es el nombre del presidente chino, Xi Jinping. Lo que ha permitido una maldad al hijo del ex presidente Donald Trump Jr.: "En lo que a mí respecta, el nombre original siempre será la variante Xi". Además de lecciones de geografía, la pandemia no es ajena al determinismo diplomático, la intersección de los mundos y los mapas de Kaplan.

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