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Locura y poder

La disección psiquiátrica del fenómeno Trump no ha hecho más que empezar y va a alimentar libros y prensa

Todo parece indicar que la carrera política de Donald Trump ha quedado truncada una vez transformado, gracias a su solo esfuerzo, en un juguete roto. Sin embargo, cabe atribuirle un raro mérito al que pocos políticos pueden aspirar: se ha convertido en un objeto de estudio psiquiátrico para unos y literario para otros. Pero no para descubrir en él esas evidentes facetas narcisista y ególatra que comparte con tantos otros políticos, sino otras más oscuras que resultan difíciles de comprender. Por ejemplo: ¿ya anidaban en su cabeza suficientes rasgos de locura para que aspirara, alguien como él, a conquistar el máximo poder? ¿O más bien fue ese imprevisible ascenso a la cumbre del país lo que desencadenó, más tarde, su pérdida del sentido de la realidad y, por tanto, su locura? Estas respuestas no son fáciles porque para ello hay que hurgar en la psique trumpiana, pero también en las entrañas de los efectos devastadores que provoca, a veces, ese mismo poder. Sobre todo, en quienes se quedan deslumbrados ante una gesta que por mucha que fuese su ambición, su yo más profundo nunca hubiera soñado realizar. Adecuarse a ese logro crea problemas de ajuste consigo mismo, porque una parte íntima rechaza el fraude que conlleva. De ahí la necesidad de creerse otro, imaginarse un personaje impostado, que, además, se ve obligado a ejercer de tirano para convencerse de su propia valía. Nada de esto es nuevo.

Sorprendidos por la naturaleza transformadora que implicaba gobernar, los trágicos griegos llevaron este conflicto psíquico una y otra vez al teatro. No lo agotaron del todo, puesto que Shakespeare recuperó esa ardua cuestión para elevarla de nuevo a las tablas en una espléndida serie de dramas históricos. Pero hay otro texto más reciente que también permite iluminar este descalabro final de Trump. El título es premonitorio: Los que fracasan al triunfar. Su autor, Freud, analiza unos personajes que, una vez conseguida su consagración, una parte oscura de su mente no acepta su cambalache embaucador y hace que afloren en ellos un ataque de locura, travestida en ira y soberbia. Así, finalmente, el irresistible ascenso se desmorona, autodestruido por los propios personajes que lo levantaron. Tal como ha sucedido estos días en el Capitolio. De todos modos, la disección psiquiátrica del fenómeno Trump no ha hecho más que empezar y va a alimentar libros y prensa. Tal vez sean estos análisis críticos el único legado que convenga recordar de su presidencia.

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