La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Los caídos de la Sevilla de Oseluí
Con los trabajos de colocación del alumbrado navideño en las calles nos pasa a muchos como con las castañas asadas o el primer tubo de la portada de la Feria: siempre nos da la sensación de que es demasiado temprano. Desde hace mucho tiempo, la Navidad es un largo ciclo comercial con un yerto corazón purpurina, no esa fiesta popular y religiosa de los antepasados, militante y pastoril, con sabor a villancicos de Juan del Encina. Hago un inciso para, un año más, renovar mi perorata contra Papá Noel y reivindicar la figura del Niño Dios y los monarcas de Oriente. En esta ocasión, como no podría ser de otra manera, con versos de Aquilino Duque: "Hace veinte siglos que van de camino/ van en caravana, van en procesión/ lo mismo que el agua va por el molino,/ igual que la sangre por el corazón". Y… "Una corona real / en lo alto de un elefante / deja que pasen delante / un cordero y un zagal". Comprenderán ustedes que ante estas hermosas letrillas uno se ría de los Merry Christmas y todas esas anglosajonadas.
Volvamos al tajo. Nos parece muy bien la celeridad del Ayuntamiento en poner el alumbrado laico de la Navidad, valga el oxímoron. Al fin y al cabo, dicen que "genera negocio", al igual que la misión del Gran Poder, como le escuchamos el otro día en la radio a un portavoz de los hosteleros. Vengan, pues, las lucecitas a nuestras noches de fresco. Lo que no entendemos es que los mismos políticos que justifican tal derroche de energía, muchas veces innecesario, sean los que después nos den la matraca con la sostenibilidad y el cambio climático. No hay que ser Greta Thunberg para que a uno le den ganas de mandar al Paseo de las Delicias a más de un predicador del Apocalipsis transmutado en luciérnaga navideña.
Hasta ahora, toda la prisa que se daban los munícipes en colocar las luminarias invernales se convertía en lentitud en el momento de instalar los toldos veraniegos. Y decimos hasta ahora porque, como informa hoy en estas páginas Manolo Ruesga, Antonio Muñoz, después del fiasco de los toldos del pasado estío (que llegó a poner en peligro sus altas aspiraciones municipales), ha decidido adelantar la colocación de los parasoles a la primavera. El alcalde in péctore, además, impulsará al fin el entoldamiento de la Avenida de la Constitución y los puentes, dos reivindicaciones históricas de los achicharrados sevillanos. Hemos tardado casi 15 años en comprender que la peatonalización de esta vía era una chapuza una vez que se quitaron los plátanos de sombra. Bienvenidas sean las lucecitas por lo que de maldito parné tienen pero, sobre todo, bienvenidas sean las sombras en verano. Aunque nunca se debe olvidar que el mejor fresco es el que dan los árboles, no los toldos de la Coca-Cola.
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