Luces, nostalgia y compras

Nos gustan las luces en las calles, para pasear, para ver escaparates y para las compras

Hoy es 13 de diciembre, el día de las luces, de las Lucías, la mártir italiana cuya festividad se celebra en los países nórdicos como principio de la Navidad, con desfiles en la nieve de esquiadores con antorchas y con fiestas infantiles con velas que iluminan las escuelas, plazas, árboles y casas. La misma Lucía cuyo patronazgo celebran también los invidentes y que entre nosotros luce un bello retablo de cerámica junto a la puerta antigua de Santa Catalina. Hasta que Juan Talavera colocara la portada de la desacralizada iglesia de Santa Lucía, al final de calle Sol, para presidir el ensanche de Almirante Apodaca, frente a los nuevos juzgados que diseñó José Sáenz López, iluminando así el nuevo eje que atravesó la ciudad desde Puerta Osario hasta Puerta Real.

Por Santa Lucía empezaba la Navidad, aquí y en todas partes, con una devoción que mantienen católicos, ortodoxos y luteranos nórdicos y que hace que poner luces en estos días de diciembre sea una tradición arraigada. En la niebla de los castañeros, se pierde una nostalgia de Navidades de la infancia que pasé en una ciudad que ya no existe, al menos para mí, la Sevilla sencilla y provinciana de paseos por el centro con el abrigo nuevo recién estrenado en la Purísima. ¡Qué bien organizado estaba el calendario! Visitas a belenes y un repaso discreto a las tiendas de juguetes. Y preparativos de cenas y comidas en casa, con padres y abuelos.

Ahora, al llegar las fiestas navideñas, cada vez es más evidente que las ciudades se han convertido en un inmenso escaparate. Muy bien iluminado, eso sí. Porque en la carrera por mejorar y distinguirse unas de otras, las grandes urbes compiten hasta en la iluminación navideña. Para atraer visitantes, buscando mostrar lo mejor de sí mismas, potenciando todo aquello que las diferencia de las demás. Admitámoslo o no, nos gustan las luces en las calles, para pasear, para ver escaparates y para las compras, que en estos tiempos tiene un efecto benéfico sobre las economías de muchos sectores. No todo es ocio y hostelería. ¿Y los comercios de ropa? Que en Sevilla si no viene frío, no venden ni una bufanda y no digamos si llevamos casi dos años sin apenas salir de casa.

Hoy como siempre, quiero elogiar las ciudades como lugar para vivir, para el encuentro y el disfrute, para las actividades económicas, como el turismo, el desarrollo tecnológico y los servicios de nueva generación que los fondos europeos pueden fomentar. Claro que tenemos que mantener el pulso firme para resolver todo lo que necesitamos: igualdad de accesos a los servicios públicos; eliminar la desigualdad, pobreza y marginalidad; mejorar la movilidad y cultura, para ser lugar del conocimiento, la innovación y las oportunidades; mantener los espacios simbólicos y facilitar la vida en barrios con identidad. Mantengamos las luces de las calles encendidas para alumbrar los mejores aspectos de nuestra vida y hagamos partícipes al mayor número posible de sevillanos y forasteros.

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