Trinidad Perdiguero

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Luchar contra la despoblación

La protesta de El Garrobo indica, al margen de la polémica, qué hace saltar al mundo rural

En estos tiempos en los que se ha puesto de moda hablar de despoblación rural y de la necesidad de articular planes que anclen a la población al territorio, habría que darle una vuelta a lo que ocurrió el 24 de agosto en el centro de salud de El Garrobo y a las reacciones que se han sucedido. Porque no se trata de un remoto pueblo de la Meseta, sino que está a 40 kilómetros de Sevilla, en el Corredor de la Plata, y es uno de los cinco de la provincia que no llegan a mil vecinos. En 2017, sólo nacieron seis niños. Es uno de los nuestros, quetambién se vacían.

El anuncio de que por "carencias" de personal en el SAS se iba a quedar sin médico durante 48 horas motivó una manifestación "espontánea", según el Consistorio, de cientos de personas que impidió que ese sábado la doctora que terminaba su guardia se fuera a casa hasta que se garantizó que se cubriría el servicio, dos horas y media después. El SAS ha denunciado al alcalde, como "representante legal y máxima autoridad administrativa del municipio", por detención ilegal y coacciones. Los vecinos han insistido en que fue una concentración pacífica y que entendieron que la doctora estaba colaborando. Poco cabe añadir sobre los hechos. Porque, aunque una mayoría no percibiera violencia, la médica pudo verse coaccionada por alguien y es grave. Se tendrá que aclarar en el juzgado.

Pero, más allá de eso, la reacción de los vecinos ante el anuncio del SAS es indicativa de qué preocupa realmente en un pueblo de 780 habitantes y qué le hace saltar con más o menos acierto. No es otra cosa que la sensación de que, pese a las promesas, siguen perdiendo servicios y que a nadie le importa, salvo a ellos, que sólo representan un puñado de votos o unas firmas, si se hubieran planteado recogerlas. El caso no hubiera tenido más repercusión en otras circunstancias.

La salud es una de esas cosas, ha quedado claro. Recortes hay en muchos ámbitos. Pero reducir un médico en una guardia en El Garrobo -aunque sea en plena crisis por la listeriosis- es suprimir al 100% un servicio asimilado y que el sistema ha estimado necesario, por la distancia y el estado de las carreteras, una población envejecida y dispersa. Anularlo sin más unos días no debería ser normal si de verdad preocupa el perjuicio de que la gente no quiera vivir en el campo.

También podrían ser objeto de reflexión los ataques que el pueblo en su conjunto ha recibido a través de redes sociales. Esgrimiendo solidaridad con la doctora, hay quien ha dicho que El Garrobo merecería que ningún médico lo acepte como destino. Los comentarios en la cuenta de Facebook del Ayuntamiento han superado a los residentes, con la batalla numérica y de la opinión pública perdida de antemano. La sensación entre sus vecinos es desoladora. Se ven impotentes ante la idea que se ha proyectado de un pueblo tranquilo, familiar, que se multiplica en verano porque los que se fueron mantienen los vínculos. El problema de la lucha contra la despoblación lo es también de imagen del mundo rural. Hay que ir más allá de lo que los urbanitas creen que es y con lo que debería conformarse ese mundo para pararse a escucharlo.

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