Luis Carlos Peris

Luis Aragonés, en la vertical del drama

Desde mi córner

02 de febrero 2014 - 01:00

ESTA tarde se espesará la tarde en Heliópolis como en muy pocas tardes. Esta tarde se juega el Betis una barbaridad ante el Espanyol, pero si fuera poco el drama que vivaquea en las entrañas del Betis, resulta que va y se muere uno de los suyos, de esos auténticamente importantes que contribuyeron a la escritura de una historia más que centenaria. Porque es que Luis Aragonés es uno de esos grandes que, de corto, ayudaron a engrandecer al Betis.

Fui amigo del futbolista y del entrenador, por lo que me creo legitimado para analizar a un personaje bastante desconocido para el gran público. Desconocido porque él así lo pretendió siempre mediante ese disfraz de ogro que copió de su admirado Alfredo di Stéfano. Era la barrera que él interponía con el mundo para que el mundo no invadiese su intimidad, pero en el pecho tenía un corazón que no le cabía. Y como amigo, pocos, muy pocos como él.

Quería al Atleti con el fervor de un converso que había nacido madridista, pero ocupaba el Betis una localidad de preferencia en su corazón desde que el virus verdiblanco se le inoculase a través de las tres temporadas que lo llevaron al estrellato. Como entrenador lo traté en ambas aceras y en las dos triunfó llevando tanto al Sevilla como al Betis a Europa, pero la guinda a su historial la puso colocando a España en el sitio que hoy luce mediante la Eurocopa de 2008 y el tiquitaca.

Con Luis se va un extraordinario y auténtico hombre de fútbol con el que daba gusto hablar. Tuve la suerte de que jamás interpusiera la barrera habitual entre su persona y la mía y en este momento del adiós, su muerte me duele como la de un ser cercano. Por eso, esta tarde, cuando den las muy lorquianas cinco en todos los relojes de la tarde, en Heliópolis se espesará la tarde en el recuerdo a uno que honró dicho lugar. Y si gana el Betis, el drama será menos doloroso.

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