Charo Ramos

Maestros

Azul Klein

La independencia tiene un precio y a veces es el refugio de la enseñanza el que repara lo que hurta la historia

09 de diciembre 2020 - 02:31

El Centro Andaluz de Arte Contemporáneo (CAAC) ha tenido el acierto de reunir, en espacios muy próximos, una muestra de arte joven andaluz y la obra reciente de la veterana Carmen Laffón, La sal. La independencia de la pintora sevillana, que a través de sus series sobre Bonanza, el Coto o el estudio de la calle Bolsa ha convertido en un territorio mítico estos espacios sanluqueños, un empeño que desde la literatura fructificó pronto en obras magistrales del Premio Cervantes José Manuel Caballero Bonald, como Ágata ojo de gato, es una de las cualidades que suelen destacar los creadores actuales. Artistas como Ana Barriga, Christian Lagata o José Manuel Martínez Bellido, por citar tres nombres entre el interesante plantel que los comisarios de la muestra Entre las formas... presentan en el monasterio de la Cartuja, se fijan ahora en la manera tan particular que tiene Laffón de asimilar la tradición y ciertas prácticas contemporáneas -por ejemplo, el dejar en el óleo sobre tabla los restos de cinta de carrocero que ha empleado, evidenciando el proceso creativo. Es muy difícil poner negro sobre blanco las razones por las que se eligen unos maestros y se descartan otros; a veces, algunos de los artistas que deberían haber fijado un cierto canon estético fueron expulsados de su propio contexto y no pudieron mostrar su obra por razones diversas. Tàpies, por ejemplo, recordaba en una serie de conversaciones con Imma Julián publicadas por el sello Berenice que Miró tenía muy mala acogida en la sociedad barcelonesa de los años 40 y que tardó bastante en ser aceptado, por lo que su obra se exponía solamente en el extranjero. Quizá por ello no está de más recordar que don Miguel Pérez Aguilera (Linares, 1915-Sevilla, 2004), que durante décadas impartió en la Escuela de Bellas Artes Santa Isabel de Hungría la asignatura de dibujo del natural, encontró también numerosos obstáculos cuando decidió dar el salto a esa deslumbrante abstracción que hoy nos emociona por su sinceridad, obstinación e independencia entre las pinturas y dibujos seleccionados de su anterior periodo realista en la muestra que le dedica la Casa de la Provincia. Desde esa perspectiva, el triunfo actual de Laffón, una de las mejores alumnas de Pérez Aguilera, es una alegría para cuantos aman su obra pero también una revancha en el tiempo para tantos profesores y coetáneos suyos. Para artistas como Pérez Aguilera, que investigaron y buscaron su propia verdad sin que el mercado les mimara, sin lograr en vida la repercusión internacional que su pintura merecía y que acabaron hallando, en el refugio de la enseñanza, la gloria que les hurtó la historia.

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