Julián Aguilar García

Abogado

'Manquepierdismo' universitario

La Hispalense es la 581 universidad del mundo, la decimoquinta de las españolas

Leíamos hace unas semanas que la Universidad de Sevilla estaba, en algunas disciplinas, entre las mejores del mundo. Más allá de que ese tipo de clasificaciones merezca poca credibilidad, el titular resultaba atractivo y henchía el corazón de orgullo hispalense.

Luego, leía uno la noticia y, bueno, sí, en algunas materias estaba entre las mejores… entre las mejores ¡quinientas! del mundo. Eso, en las disciplinas donde destaca, porque hay otras en que peor aún. Para QS World University Ranking, consultado el 5 de marzo de 2021, la Universidad de Sevilla es la 581 del mundo, la decimoquinta de las más de ochenta -demasiadas- de España (por detrás de la de Granada, entre otras).

Que sí, que en el mundo hay miles de universidades. Pero no creo que sea para sentirnos satisfechos tener una en torno al puesto 500 del mundo. Sin perjuicio de que alguien pueda tenerle mucho cariño por sevillana, por ser su alma máter o porque le pague el sueldo, la reacción, más que de orgullo, debiera ser de erubescencia.

No traigo el tema a colación por su relevancia específica (ya he dicho que no me creo demasiado, ni para bien ni para mal, esas clasificaciones) ni para dar recetas donde carezco de la más mínima legitimidad y donde doctores tiene, y perdonen el chiste fácil, la Universidad.

La noticia la tomo como excusa para tratar de un mal muy típico de nuestra tierra: el del conformismo disfrazado de lealtad mal entendida o de estoicismo. Me da igual que hablemos de fútbol (haga lo que haga nuestro equipo, sea el que sea, es el mejor del mundo porque para eso es el nuestro), de circunvalaciones (y estamos contentos porque el Gobierno de hoy dice que en dos años -cuando ya haya terminado esta legislatura y ya les dé igual- habrá una cierta idea, tal vez, de cómo se rematará en algún momento, si eso, la SE-40) o de lo que ustedes quieran.

No es con el conformismo como vamos a mejorar… suponiendo que queramos hacerlo y que quienes nos gobiernan también lo deseen (personalmente tengo clara la respuesta negativa: es más fácil manejar a un ciudadano-cliente dependiente y convencido de que no hay que esforzarse para vivir razonablemente bien porque todo nos lo da papá Estado con el dinero de otros, que a un individuo autosuficiente, con talento, energía y disciplina puestos a producir en beneficio de la sociedad y en el suyo propio).

Para estudiantes, docentes y la propia ciudad sería ideal, por mejor preparación y también por prestigio y economía (¿importan a alguien?), que entre las diez mejores universidades, en vez de cinco norteamericanas, cuatro inglesas y una suiza estuvieran las de Sevilla, Pablo de Olavide y Loyola, en el orden que ustedes quieran. Absurda utopía, lo sé. Pero creo preferible ambicionar acercarse a eso que sentirse satisfecho por estar entre los mejores quinientos o seiscientos de lo que sea. Claro que mejorar requiere, entre otras muchas cosas, exigencia a alumnos, profesores y mandamases. Y eso no es progresista.

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