La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Por dónde entra el sanchismo en Sevilla
Poco ha tardado la vicepresidenta segunda del Gobierno, Yolanda Díaz, en responder airada a las declaraciones en las que el marqués de Vargas Llosa aseguró que "lo importante de unas elecciones no es que haya libertad, sino votar bien". En general, la izquierda y sus compañeros de viaje han interpretado la frase de forma torticera, mostrándola como una reivindicación del sufragio censitario, aquel que se ejerce sólo por las capas pudientes de la sociedad, tal como era ley en las primeras fases del parlamentarismo liberal. Es evidente que no estamos ante la declaración más brillante del premio Nobel de literatura. Es vaga y mueve a la confusión, aunque todos sabemos que quería señalar que las urnas son muchas veces el camino por donde se cuelan los sátrapas, no otra cosa. En ningún momento, el autor de La ciudad y los perros afirmó que su voto de "señoro Nobel" sea superior al de las mujeres trabajadoras -como dijo con desacierto tabernario Díaz-, pero la verdad y la realidad ya no pesan en el discurso político. Si algo ha demostrado Vargas Llosa a lo largo de su dilatada vida es un compromiso de hierro, muchas veces contra viento y marea, con la democracia y las libertades políticas, sociales, sexuales y económicas de los ciudadanos.
Hay ataques que desenmascaran a los que los profieren, y el de Yolanda Díaz lo hace claramente. La vicepresidenta segunda del Gobierno es como los lagartos de V, la popular serie televisiva de los ochenta: por mucho que se trabaje la imagen de mujer sensata y dialogante, al primer rasguño nos deja ver su carne verde de saurio comunista. Hace muchos años que la izquierda radical española y suramericana tienen a Mario Vargas Llosa en su objetivo. No en vano, el autor de Conversación en la Catedral ha dedicado buena parte de su excelente labor periodística, que suele ejercer en el más veterano boletín de la progresía hispana, a denunciar los abusos autoritarios y la incompetencia económica de las dictaduras y gobiernos populistas de Iberoamérica. Y eso no lo puede perdonar fácilmente quien tiene el carnet del PCE. Han sido demasiados los atrevimientos de Mario Vargas Llosa, desde su muy temprana denuncia del castrismo hasta la reivindicación del libre mercado como solución al endémico lodazal económico en el que vive su continente natal. Podrá tener razón o no, incluso ser muy discutibles algunas de sus opiniones, pero siempre ha sido un intelectual honesto, valiente y muy capaz. Y sí, a mí al menos me parece mucho más importante su voto que el de Yolanda Díaz.
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