TRÁFICO Cuatro jóvenes hospitalizados en Sevilla tras un accidente de tráfico

La aldaba

Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

Melenudos de Sevilla en Turquía

No es un destino exclusivo de calvos, también acuden sevillanos con una mata de pelo que ni Rancapino Chico

Melenudos de Sevilla en Turquía

Melenudos de Sevilla en Turquía

Se nos ha caído una de esas verdades absolutas que nos permiten vivir mejor, realizar afirmaciones con rotundidad y navegar sin zozobra en esos mares de la vida cotidiana marcados por tópicos y etiquetas. Hasta hace nada le decían que su amigo Zutano se había ido unos días a Turquía sin previo aviso y no había duda de que se trataba de un caso de turismo capilar. Pareciera que a Turquía sólo se podía y se puede ir a la búsqueda de un injerto. Esos injertos que efectúan esos médicos de piel tostadita y que exhiben en la muñeca un reloj de los que haría falta subir al servicio de Atención al Cliente de El Corte Inglés para que le hagan a usted una (in)cómoda venta a plazos, pero a muchísimos plazos. El otro día le escribí a un amigo y me hizo una confesión: “Estoy en Turquía”. Ah, éste se ha ido a poner pelo, pensé. Pero el tipo anda de caballera como El Puma de los años ochenta o el mismísimo Rancapino chico. O se trata de un viaje de turismo de los de siempre, de los que incluyen el vuelo en globo en Estambul, o estamos ante un caso de injerto preventivo, dirigido a gente con mucho pelo que se anticipa a una posible alopecia repentina y galopante. El turismo en Turquía ha dejado de ser cosa de calvos.

El pelo es un negocio, siempre lo ha sido de una u otra forma. Conozco uno al que le hicieron el estudio previo, recogió el informe y declinó cualquier injerto. La enfermera no daba crédito a la explicación: “Me voy muy contento porque estos papeles dicen que tengo una zona donante de pelo de mucha calidad, con eso me basta. Muchas gracias”. Otra criatura se fue a Turquía para una primera fase de injerto que le cubrió media cabeza. Volvió a Sevilla a la espera de la segunda cita. Pero, ay, el mundo se paró por la pandemia y el personaje se tuvo que quedar durante meses como esos indios escapados de una película de cine B. En las redes sociales hay anuncios de injertos de clínicas sevillanas. Los comentarios del personal son peores que los del día del Pregón. La lectura es entretenidísima. La gente se irrita con el asunto del pelo, intuye estafas y timos con una vehemencia inusitada. Cierto es que siempre han tenido mala fama los vendedores de crecepelo. Hay quienes se dejan los ahorros de media vida en ponerse pelo.

Y fíjense como se ha dejado de hablar de los viajes a Cuba, de enorme interés intelectual por las que hilan, por el de Turquía, nación también ya para melenudos. Al final era toda una mente preclara aquella directiva pretenciosa que en los años 90 exigía para sus canapés camareros “con pelo y sin tatuajes”. Todos a ponernos como Rancapino chico. Aunque tatuaje luce ya hasta el presidente de la Junta.

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