¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Entre el Misisipi y el Guadalquivir

Se echará de menos el acento de Doña Croqueta y la ingenua sintaxis de J. J. Coe en Ruta 61

El gran Taj Mahal.

El gran Taj Mahal. / DS

CIFU, Manolo Fernández, Pagán, Silvestre... y ahora J. J. Coe (yiyicou). Aunque sé que no queda bonito este tipo de lamentos, lo diré: nos estamos quedando sin referentes radiofónicos. El otro día me encontré con la desagradable sorpresa de que hace ya unos meses dejó de emitirse en Radio 3 el programa Ruta 61, una de esa islas con fuero propio en la que uno podía penetrar en un mundo totalmente extraño a su cotidianidad: la salvaje libertad de los bluesman. Se echará mucho de menos el acento de Doña Croqueta de su presentador, J. J. Coe, su sintaxis ingenua y sus escuetas introducciones a temas que muerden el corazón. Y ahora me veo como un viudo que comprende demasiado tarde lo que quería a su difunta esposa. Por lo menos nos queda el recuerdo en forma de podcast, lo cual no es poca cosa. De las dos últimas emisiones recomiendo dos temazos: Lovin’ In My Baby’s, del gran Taj Mahal, y la impresionante versión de Ball And Chain de Janis Joplin.

Dentro de las muchas y contradictorias vidas que me hubiese gustado protagonizar está la de ser uno de esos negros con sombrero y guitarra que recorrían la Ruta 61, la carretera que une el Delta del Misisipi con el norte industrializado de Chicago-Americana, que dirían los Chanclas. Bardos de vida dura que tocaban en cualquier garito, dormían en pajares y se emborrachaban con brebajes que nosotros no consideramos aptos ni para desinfectar cuadras. Pero que habían hecho del dolor, la voz ronca, el sentido del humor (“Si el río fuera whisky yo sería un pato buceador”), el buen tañer y el conocimiento del alma humana sus herramientas de supervivencia en un mundo que seguía dominado por sus antiguos amos.

No descubro nada nuevo si hablo de los supuestos paralelismos entre el Bajo Guadalquivir y el Delta del Misisipi: unos paisajes dilatados, una historia trágica y violenta, unas minorías étnicas que convirtieron la música en su razón de ser, un proletariado agrícola sumido durante siglos en la brutalidad, un gusto por la moda señoritil... No es extraño que Raimundo Amador (por cierto, toca en Icónica dentro de unas semanas) y B. B King hiciesen tan buenas migas, ni que haya flamencólogos que apunten a la influencia de los negros en el nacimiento del cante jondo. El blues y el flamenco están unidos por un mismo quejío, por un mismo origen marginal, por mucho que ahora estén glorificados por universidades y teatros. Disfrute de su jubilación don J. J. Coe, aunque nosotros sigamos visitando de vez en cuando su holograma . Y viva el blues.

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