Bernardo Díaz Nosty

Mujeres en Níger

Tiempos modernos

16 de mayo 2008 - 01:00

NO me imagino a Esperanza Aguirre en Níger, acompañando a las mujeres que saben dar un valor diferente a la política, pero sacarla de la escena tal vez sea un problema de mi pobre imaginación. Níger sana muchas heridas de la postmodernidad y hace de la miseria extrema un espejo demoledor donde se ven reflejadas las miserias de la abundancia y de las luchas tribales de poder.

Nacer en Níger es una mala pasada de la geografía y de la historia. Y nacer mujer supone, si cabe, un plus de maltrato existencial. Entre los hombres, el analfabetismo es del 57 por ciento, pero en las mujeres alcanza el 85. Níger marca la puerta trasera de la humanidad descrita por las estadísticas, donde es líder mundial en fertilidad femenina: por término medio, una mujer tiene 7,4 hijos. Un país de niños. La mitad de sus quince millones de habitantes es menor de 15 años y sólo un 2 por ciento supera los 65…

Sería triste que la reciente visita de la vicepresidenta Fernández de la Vega a Niamey, acompañada de un grupo de mujeres españolas, pasara a la historia por una foto junto a un empresario local que resultó ser polígamo, circunstancia que ha dado pábulo a la ironía los imbéciles. La poligamia está arraigada en las costumbres nigerinas, por lo que no debe extrañar que aparezcan, en otras imágenes de esta visita, personajes mucho más relevantes que certifican su poder habitando con varias mujeres.

Con Níger no hay choque de civilizaciones, sino un abismo de la civilización, que es el que mueve a los jóvenes de África hacia las tierras afortunadas del Norte. Con Níger resulta absurdo hablar de cuestiones etnocéntricas como la "brecha digital" -hay cinco veces más usuarios de internet en Jaén que en todo el país africano-. La brecha es de humanidad, de la que somos deudores en conciencia, y se manifiesta en la mortandad infantil, las hambrunas, las enfermedades, el analfabetismo, las sequías sin remedio. También, si se quiere, en la poligamia e internet…

Las mujeres de Níger, como las de toda la geografía del sufrimiento, no están solas. Las misiones de solidaridad de las españolas, como las de otras mujeres del mundo, son un estímulo para quienes no renuncian a la cultura de la paz y al diálogo de civilizaciones, ese ingenio que algunos tildan de ocurrencia y produce hilaridad en las mentalidades herederas de las doctrinas más groseras de la historia.

A Elvira, la mujer de Rajoy, sí la hubiera imaginado en Níger. Ella dio una lección la noche del 9 de marzo, desde el andamio inestable de la calle Génova de Madrid, con su entrega temprana al herido de muerte y la intuición del cercano vuelo rasante de las carroñeras. La inteligencia de la mujer da un plus de sostenibilidad a la política y la acerca al latido de la vida.

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