La aldaba
Carlos Navarro Antolín
El teleférico, el talismán perdido
Los niños vuelven al colegio como si fueran al martirio en el circo romano, a ver qué pasa con las fieras. El gran problema de fondo es que acuden a una cita a ciegas, como todo lo que rodea la gestión del coronavirus en España. Es obvio que los niños no se podían quedar en sus casas o en los parques de Sevilla hasta que empiecen a tratar a la gente con la vacuna de Oxford, ojú. Los consejeros autonómicos, como Javier Imbroda en Andalucía, miraban a la ministra, Isabel Celáa, que estaba desaparecida, venida a menos desde que Pedro Sánchez la retiró como portavoz del Gobierno para poner a María Jesús Montero. La ministra Celáa se lavó las manos, la medida higiénica que mejor practican.
Andalucía, como cada autonomía, tiene su alegría y sus competencias. Pero tampoco pasa nada malo por coordinar los detalles. No sea que ocurra como con la fiebre: en unas autonomías consideran que un alumno tiene fiebre a los 38 grados, en otra a los 37,5 grados y en alguna a los 37,2 grados. ¿La fiebre de Asturias, Madrid o Aragón es diferente a la de Andalucía? Tonterías como ésas son las que crean confusión y aumentan el descontrol.
También se ha exagerado con las ratios. Siempre será mejor tener en la clase a 20 niños que a 25, y aún mejor a 15 niños que a 20, y fíjense en la suerte si fueran 10 niños en vez de 15. Aunque, según eso, lo ideal sería que hubiera un profesor o profesora por cada niño o cada niña. Sería como un profesor particular, o como un ángel de la guarda. Pero el sistema no da para tanto, y Europa suelta la tela marinera hasta cierto punto y aparte.
Los niños vuelven al colegio como si fueran al martirio en el circo romano, según parece. Los buitres merodean, a ver cuántos colegios cierran en Sevilla, a ver dónde están peor, a ver cuántos se contagian entre los niños y los profesores, a ver si se forma el taco y todo el mundo vuelve a casa, con lo que no saldría nadie a las calles, como en marzo, y volvería el estado de alarma, que tanto agrada a Pedro y Pablo.
En el resto de Europa analizan el caso español para ver cómo no se debe gestionar la pandemia. A partir de octubre habrá novedades. Porque en octubre valorarán las primeras consecuencias de los colegios abiertos y se habrá acabado el veraneo con los viajes por España. Todo funcionaría mejor si existiera un código del Covid-19, donde quedaría clara la situación de cada cual, como en China, donde ya no hay casos locales. Y si cumplieran las cuarentenas, sean de dos semanas o de una, porque muchos la guardan de ninguna. Vuelta al cole, sí, aunque no han aprendido nada.
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